La vida en Burgui en el siglo XVI
En el siglo XVI la villa roncalesa de Burgui contaba con unos 120 vecinos -cabezas de familia-, cifra similar a las de Roncal y Uztárroz, por debajo de los 240 de Isaba y por encima de los 80 de Vidángoz, Urzainqui y Garde (Florencio Idoate, ‘La Comunidad del valle de Roncal’). El periodo estuvo marcado por las guerras en 1512 y 1516 alrededor del castillo en la colina llamada Kukula, derribado en 1519 tras una petición vecinal, posiblemente para aprovechar materiales en la reconstrucción de las casas tras el incendio sufrido con el primer asedio.
Del periodo el Archivo General de Navarra conserva un número importante de pleitos que ofrecen datos sobre cómo transcurría la vida. Así, el señorío de Burdaspal, emplazado en la margen izquierda del Esca frente al actual kilómetro 18 de la carretera a Isaba, contaba con palacio e iglesia, su señor disponía de vecindad forana -hoy se dice foránea- en Liédena con hato de cabras y derecho a pastos y viñas en propiedad en ‘El Pontillo’, y estaban emparentados con el señor de Racas por el Almiradío de Navascués.
La vida cotidiana
El pueblo albergaba dos herrerías y un molino, en la parroquia se ejercían los cargos de campanero y clavero -tesorero responsable de las llaves en los lugares de culto y el llamado hórreo decimal-, la comercialización de trigo y vino eran asuntos de subsistencia y motivo en ocasiones de contrabando o venta a precios abusivos, eran comunes los oficios de mulero y trajinero -acarreo de géneros-, se alquilaban animales de carga y no faltaron diferencias vecinales por injurias. Las misas por los difuntos de la familia se celebraban de manera regular y generalizada, el alcalde era juez ordinario de la villa y tenía la facultad de apresar en la cárcel municipal, de donde se produjeron fugas sonadas como las de Martín Gorri (1565) y Pedro de Ederra (1587).
Los pueblos del valle disponían de médico conducido, quien atendía a los vecinos cuya localidad hubiera abonado los honorarios establecidos, al modo actual de una iguala o seguro sanitario colectivo.
Apellidos vigentes y perdidos
Comienza a ser común contar con nombre y apellido propios, aunque algún matrimonio los comparte al modo anglosajón (Juan y Catalina Alcazan, 1535) y también se dan casos en los que los hijos llevan el apellido de la madre (Magdalena y Pedro Aroza, 1552); entra en desuso la denominación clásica de ser llamado Juan o Pedro de Burgui -tipo Francisco de Javier o Benjamín de Tudela-, cuya fórmula mantendrá vigencia hacia la Ribera en el tránsito de la Cañada de los roncaleses, particularmente en Carcastillo, y por las localidades limítrofes.
Entre los apellidos terminados en “ch”, característicos de la comarca, se reseñan los de Martich, con la variante de Martiech, y Galech. Baster y Bazter son dos transcripciones de una misma denominación y algún alias comienza a tomar carta de naturaleza como apellido. Es el caso de Pascual Sendoa, avecindado originalmente en Garde y a quien se le conoce de manera general como “Borro”, que terminará por convertirse en Pascual Borro para consolidar un apellido hoy vigente. Prosiguen hasta la actualidad los Sanz, Gárate, Glaría, Ezquer, Urzainqui, Bronte, Torrea, etc., y han declinado su presencia los Alcazan, Ledea, Acos, Argonz, Daria o Elverdin.
El derribo del castillo (1519)
Burgui contaba en su término con dos castillos de realengo, ambos emplazados sobre cuculas -montículos-, el primero en la ladera donde se asientan las casas y el segundo en la de Pintano, cerca de la muga con Garde y en la raya de Aragón. El castillo del pueblo fue ocupado en 1512 por una guarnición castellana, mandada por el capitán Valdés, que en octubre queda sitiado por los franco-navarros de La Palice, que tras su toma incendian las casas (Burgui sufrirá en agosto de 1809 de nuevo los rigores de la guerra con la quema de 127 edificios por el coronel napoleónico Plicque). Pero tras el episodio de 1512 aún les espera otro momento complicado, en 1516, cuando la guarnición castellana renovada vuelva a quedar cercada por la gente de guerra del mariscal Pedro de Navarra, quien con la hueste muy mermada caerá posteriormente prisionero del duque de Alba.
En 1519 Juan García, almirante de la villa, en nombre de sus vecinos pide a Martín Hernández de Viedma, veedor de fortalezas del reino, el derribo del castillo. Los detalles del episodio los publicó Juan José Martinena Ruiz en el nº 16 de la revista Zangotzarra (diciembre de 2012), dentro de un estudio amplio sobre la fortaleza, donde consigna que los burguiarres ofrecieron 300 ducados de oro viejos que luego se negaron a pagar. Recoge que el castillo había sido asolado en tres ocasiones.
Los asuntos judiciales relativos al recinto defensivo colearán largo tiempo. En 1550 Sancho Pomar, señor de Sigüés (Zaragoza), pleitea ante la Corte Mayor contra Inés de Mayorga, viuda de Dionisio de Lasarte y Beraiz, exregente de la tesorería del reino, y Miguel de Beraiz, su hijo, vecinos de Tudela, sobre la entrega de 192 ducados de una libranza expedida por Dionisio de Lasarte y Beraiz y no pagada por el recibidor de abastos en favor de Carlos Pomar, alcaide del castillo de Burgui. En opinión de Martinena, medievalista con tesis doctoral sobre fortalezas, esta referencia tardía lo es con relación a una deuda insatisfecha. Sancho es hijo de Carlos Pomar, último alcaide durante la conquista castellana, y el pago a su padre no se ha hecho efectivo en treintaiún años.
Abanico de pleitos
El 18 de noviembre de 1528, ante la Corte Mayor, el fiscal actúa contra Juan de Ledea, vecino de Burgui, preso, a propósito de haber arrebatado con fuerza un potro de María Mayo a Juan de Echandi, nuncio -alguacil y también encargado de trasladar un aviso-, e intento de agresión al alcalde. Es el primer pleito del XVI con constancia documental.
Los siguientes son de 1535 y los hay de naturaleza administrativa y malquerencias. En mayo Burgui actúa contra el fiscal, sobre despacho de información relativa a una cédula de exención de cuarteles y alcabalas otorgada por veinte años desde el 1 de enero de 1513. Tema hacendístico porque ‘cuarteles’ eran las contribuciones trimestrales que pagaba un pueblo a los gastos generales del reino y ‘alcabalas’ los impuestos del tanto por ciento del precio que pagaba al fisco el vendedor en el contrato de compraventa y ambos contratantes en el de permuta.
En mayo y junio de 1535 se presentan dos querellas por injurias. Juan Miguel de Burgui y Juliana de Ezquer, su mujer, pleitean contra María Pérez, mujer de Íñigo Sanz, y por otra parte Juan Alcazan y Catalina de Alcazan, su mujer, lo hacen contra Graciana Pérez, esposa de Íñigo Sanz. Lo más probable es que la esposa de Íñigo Sanz tuviera por nombre María Graciana y que en las instrucciones judiciales se le llame de dos maneras diferentes.
En 1538 Juan Miguel de Ezquer demanda a Nicolás de Echandi sobre indemnización de once ducados por muerte de un macho alquilado.
Líos en los oficios
En agosto de 1567 Juan de Gárate, herrero, pleitea ante el Consejo Real contra la villa y Domingo Blázquez, también herrero, sobre derecho a ejercer el oficio, y por vía de reconvención, monipodio y soborno para aumento de salario. La ‘vía de reconvención’ es una demanda que al contestar entabla el demandado contra quien se promovió el juicio y por ‘monipodio’ se entiende el convenio de personas que se asocian y confabulan para fines ilícitos; por lo visto no reinaba la cordialidad en la profesión.
Por su parte, Juan de Urzainqui, molinero, demanda a la villa en mayo de 1547 sobre el pago de 89 florines adeudados del salario, en tanto que dos años después Íñigo Portaz reclama a Miguel de Lecumberri, campanero, sobre el pago de 30 robos de trigo del cargo de la tabla y peaje en cumplimiento de convenio.
Quien parece que tenía la mano larga era el cantero Antón o Antonio Íñiguez. En 1553 Vicente de Navascués, vecino de Yesa, pleitea contra él sobre hurto de ropa y dinero de su casa y al año siguiente lo hace el lugar de Ayesa (Ezprogui) sobre el hurto de una yegua.
La falsificación de moneda también tiene presencia y el fiscal actúa contra Pedro Echandi en pleito ante la Corte Mayor el 27 de mayo de 1560.
Como se aprecia, la vida en Burgui no estuvo precisamente exenta de incidencias y actuaciones judiciales.
Autor del reportaje: Germán Ulzurrun Zabalza, colaborador de La Kukula