Los dos escudos históricos del Valle de Roncal
La cabeza cercenada del moro sobre el puente, con el río y las montañas, surgió en el siglo VIII
El 13 de marzo de 1798 Carlos IV añadió el castillo y el lebrel, tras la guerra contra la Convención
A lo largo de su historia el valle de Roncal ha tenido dos escudos diferenciados para manifestar la condición de hidalguía colectiva. A diferencia de los títulos nobiliarios individuales, en los que cada señor representa sus armas de manera única y diferenciada, dicha hidalguía colectiva -propia sobre todo de la Navarra pirenaica-, establecía unos blasones comunes únicos para todos los habitantes del territorio.
El primer escudo, que representa la cabeza cercenada del moro sobre el puente de Yesa con el río y las montañas, es originario de finales del siglo VIII y fue obtenido tras la batalla de Olast u Ollate.
Los roncaleses tienen a gala por tradición que la cabeza corresponde al emir cordobés Abderramán I (731-788) pero la afirmación no es rigurosa. La vida de Abderramán -“el que entra” o “el inmigrado”- estuvo llena de asesinatos, conjuras y traiciones pero él se murió en la cama tras nombrar heredero a su hijo Hisham.
¿A quien degollaron entonces los roncaleses? Pues no se sabe con certeza. Hay quien afirma que se trató del valí -gobernador provincial- Abderramán el Gafiqui en la retirada tras la derrota en la batalla de Poitiers (octubre del 732), pero también los hay que sostienen que en Ollate se combatió durante el reinado de Fortún Garcés (circa 845-905), de modo que el asunto se queda entre la nebulosa densa de las tradiciones y la historia.
Lo que sí es historiográfico es que el valle de Roncal constituyó un núcleo de resistencia frente al dominio musulmán y sus aceifas o expediciones militares para obtener trigo y tributos. En el prefacio del Fuero viejo de Sobrarbe se recoge que “ entonces se perdió España, entroa los puertos sino en Galicia, et las Asturias, et daca Alava, Bizcaya, et dotra part Bastan, et la Berrueza, Deyerri, et en Anso, et sobre Jaca, et encara en Roncal, et en Sarazaz, et en Sobrarbe, et en Anso”.
La resistencia a entregar el producto de su esfuerzo ganadero y labrador a gentes ajenas al valle fue una constante histórica, que va desde el dominio visigodo hasta la I guerra Carlista, cuando en agosto de 1834 y enero de 1836 el valle se declaró a favor de la jovencísima Isabel II.
La guerra contra la Convención
Hasta finales del siglo XVIII el escudo roncalés se mantuvo inalterado. Sin embargo, el lunes 20 de enero de 1793 se produjo un hecho con graves repercusiones internacionales: la muerte en la guillotina del rey francés Luis XVI. La Revolución francesa daba un paso más y constituía el régimen de la Convención, en cuyo desarrollo se dio el periodo de El Terror a cargo de Robespierre.
Carlos IV quedaba al frente de los intereses dinásticos de la casa de Borbón y Francia luchaba de manera activa contra todos sus enemigos terrestres. Inglaterra quedaba a la espera del desarrollo de los acontecimientos con la idea pragmática del “dejemos que se maten los demás entre sí”.
Para sorpresa general, los revolucionarios desharrapados batieron al ejército tradicional de Austria y en marzo de 1793 declaraban la guerra a España.
En el valle de Roncal se constituyó la Milicia provincial, mandada por el alcaide y capitán a guerra Pedro Vicente Gambra, destacado empresario ganadero y promotor del desarrollo almadiero. Carlos IV envió de refuerzo a los Tiradores de Sigüenza. Gambra recibió el grado de teniente coronel y va a ser la bisagra entre el frente aragonés, mandado por Pablo Sangro Merode -príncipe de Castelfranco-, y el teniente general Ventura Caro Fontes, responsable de la defensa navarra y de Guipúzcoa.
La movilización roncalesa fue unánime y eficaz y, como en el caso de Olast, las mujeres tomaron parte activa en la lucha formando una segunda línea de combate provistas de cuchillos y bayonetas.
Los franceses no pasaron más allá de incendiar la ermita de Arrako y robar su plata. Los hombres de Gambra les desalojaron del pico Bimbalet, incendiaron Santa Engracia y se apoderaron de un número importante de cabezas de ganado.
Por contra, los franceses arrasaron las Reales fábricas de armas de Eugui y Orbaiceta, incendiaron Ochagavía y ocuparon físicamente el valle de Baztán y toda la comarca del Bidasoa. En enero de 1795 Carlos IV consentía, tras peticiones reiteradas de la Diputación, convocar Cortes estamentales el 11 de enero de 1795 para que se llamase al apellido (decreto de movilización general) y aprobase una aportación económica de Navarra a la guerra por importe de 170.000 pesos, de los que al valle de Roncal correspondió pagar 12.896.
El valido Manuel Godoy había comenzado pocos meses antes unas negociaciones secretas con Francia que condujeron a la Paz de Basilea (22 de julio de 1795), en la que una Francia exhausta por el esfuerzo bélico abandonaba Guipúzcoa y la parte ocupada de Navarra y recibía como compensación territorial la mitad occidental de la isla de La Española, lo que en la actualidad es Haití.
La defensa eficaz del valle de Roncal por sus moradores mereció el agrado de Carlos IV, quien el 13 de marzo de 1798, desde Aranjuez, firmaba una real cédula que concedía a los roncaleses añadir a su escudo un castillo, símbolo de la fortaleza, y el lebrel, que representa la rapidez en la acción; elemento incorporados desde entonces al escudo del valle.