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Nos vamos de trashumancia

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Jun
19

¡Nos vamos de cañada con las ovejas!. No lo habíamos hecho nunca con el detalle que lo vamos a hacer ahora, pero alguna vez tenía que ser la primera, y esperamos estar a la altura. Hicimos una declaración de intenciones en nuestras redes sociales y para nuestra sorpresa el número de seguidores que repentinamente se han sumado nos permite hacernos una idea de la expectación generada ante este experimento virtual.

 

Así pues, la semana que viene el pastor burguiar Domingo Urzainqui, al igual que otros lo están haciendo también en estos días, saldrá con su rebaño desde el Cabezo del Fraile, en la Bardena Negra, con la idea de llegar diez días después a Burgui. Y nosotros, el conjunto de seguidores de La Kukula, virtualmente le vamos a acompañar.

Ese cordón umbilical que une la Bardena y el Pirineo roncalés, o viceversa, es una ruta milenaria de pastores: la Cañada Real de los Roncaleses. Hablaremos, por tanto, de la vida cotidiana de los pastores roncaleses, hablaremos de la cañada, de la historia que sale a su paso, del queso roncalés… y, conscientes de que entre los cientos y cientos de seguidores hay un número importante que no son de Navarra, trataremos de narrar todo de una manera sencilla, atractiva, y lo más pedagógica posible.

Domingo va a guiar a sus ovejas cañada arriba, hasta los pastos pirenaicos de Santa Bárbara, igual que hace cada año; pero en esta ocasión queremos que sienta que no está solo.

 

CAÑADA REAL DE LOS RONCALESES

Era el año 882 cuando los monarcas concedían a los roncaleses el derecho perpetuo de utilizar los pastos existentes en las Bardenas Reales, que entonces eran patrimonio de la Corona. Desde el Valle de Roncal hasta las Bardenas se estableció una ruta de comunicación por la que los roncaleses podían, y pueden, transitar con sus ganados sin necesidad de pagar peaje alguno. Aquella ruta es la Cañada Real de los Roncaleses.

Desde aquella concesión real que, junto con la hidalguía colectiva de los roncaleses, es base y origen de los primeros Fueros de Navarra, han pasado ya más de mil años, en concreto 1138 años. Este derecho, y este uso ininterrumpido de esta ruta por parte de los pastores del Roncal, es hoy para Navarra una de las mayores joyas que tiene en su patrimonio. Ha sido, y es, la Cañada vía de comunicación entre el Pirineo y la Ribera.  Por ella bajaron y subieron algo más, mucho más, que los pastores y los rebaños de ese valle pirenaico. Por ella bajó la sangre y los apellidos roncaleses para inundar el sur de Navarra –basta ver hoy día la importante presencia de apellidos roncaleses en la Ribera como Anaut, Garde, Urzainqui, Hualde, Sanz, Marco, etc., o los numerosos escudos que con las armas del Valle de Roncal encontramos en no pocas fachadas de cualquier pueblo bardenero; por ella bajó el uskara roncalés quedando todavía hoy en algunos topónimos esparcidos en todo su trayecto. Por ella bajó la indumentaria, una indumentaria que con marcado estilo roncalés, formó parte durante siglos del patrimonio ribero. Y por ella bajó la historia, reconvertida a su vez en historia y en vivencias, una historia rica, plagada de pleitos y de extrañas historias en la queda clara la permanente lucha que siglo tras siglo han sostenido los roncaleses para hacer valer su derecho de bardenaje frente a los intereses de algunos municipios y, sobre todo, de algunos nobles que no acababan de aceptar que unos pastores tuviesen derecho a transitar con sus ovejas por medio de sus propiedades.

Y por ella, por la Cañada Real de los Roncaleses, subieron la jota, las melodías, otras formas de vida, la lengua castellana…, y un montón de cosas que hoy ni imaginamos. Fenómeno este de interrelación humana y cultural que también encontramos en el Valle de Salazar; valle este último que siglos después también adquirió en la Ribera sus derechos de utilización de pastos, con la consiguiente creación de cañadas, o vías pecuarias, que de norte a sur permitiesen el libre tránsito de los rebaños. Obsérvese que estos valles han sabido mantener durante siglos una lengua vasca conservada en su estado más puro, y a la vez, a diferencia de otras zonas del norte de Navarra, también durante siglos han gozado de la riqueza cultural del bilingüismo; hasta el extremo de que en el Roncal se hablaba también, fundamentalmente por parte de los hombres, un castellano correcto y limpio.

Se ha dicho siempre, y esta es una consecuencia del uso de la Cañada Real, que los roncaleses, a pesar de su aislamiento geográfico y de la independencia de sus instituciones, han sido –y son- personas abiertas y progresistas. Y también personas cultas.

Batalla de Ocharren

Todo comenzó en el siglo IX. No es fácil determinar la fecha, ni nadie se pone de acuerdo en ello pues a día de hoy tampoco hay una base documental suficiente que permita sentar cátedra al respecto. Lo cierto es que hacia el año 860, siendo rey de Navarra don Sancho Garcés, hijo de Fortún Garcés, las huestes musulmanas que habían invadido casi toda la península ibérica se acercaron por el sur a las fronteras de sus posesiones como rey.

El monarca, sabedor del sobrado valor y arrojo de los roncaleses, quiso poner a estos al frente de la defensa del reino, librándose una dura batalla en torno a un antiguo núcleo de población que hubo en las Bardenas llamado Ocharren. En aquella legendaria batalla el ejército árabe, con todos sus escuadrones, padeció la furia y el valor de los roncaleses, resultando –según dicen las crónicas que han llegado hasta nuestros tiempos- destrozado y desbaratado.

Insisto en que las referencias documentales de aquella acción militar a día de hoy no son abundantes precisamente. Alguno, o muchos, pensaran que el relato está cargado de sentimentalismo y de amor patrio, tanto más si el que lo cuenta es un roncalés, como es nuestro caso, lo que puede restarle imparcialidad a la versión de este episodio histórico.

Lo cierto es que de aquella acción hubo una consecuencia, que fue la concesión del privilegio, o derecho –palabra que nos gusta más y se ajusta mejor-, de utilizar de forma perpetua los pastos bardeneros por parte de los roncaleses en señal de reconocimiento a su heroico valor en aquella batalla. Y es un derecho que, más de diez siglos después, se mantiene vivo, vigente e inalterable. 

Y cierto es también que este privilegio, como también el de la hidalguía colectiva con el derecho a usar armas propias –heráldicamente hablando- fueron confirmados años y siglos después por los sucesivos monarcas navarros; confirmaciones estas que sí que aluden, ya en el siglo XI, y de forma específica al importantísimo papel que desempeñaron los roncaleses en aquella batalla de Ocharren, como también en la de Olast en la que un caudillo árabe fue decapitado por manos femeninas roncalesas. En consecuencia, orgullo local aparte, entiendemos que la realidad de aquella mítica batalla de Ocharren no debió de ser muy diferente al relato que de ella ha llegado hasta nuestros días.

Es así como el Valle de Roncal fue el primero en gozar del derecho de utilización de pastos en la Bardena. Con el paso de los siglos fueron otras localidades las que se hicieron merecedoras de este derecho; y a día de hoy son en total 22 entidades las que se benefician de este privilegio, es decir: 19 localidades de la Ribera de Navarra, el Monasterio de la Oliva, y los valles de Salazar y de Roncal; integradas todas estas entidades en la denominada Junta de Bardenas.

Aprovechando que vamos a acompañar a Domingo Urzainqui y a su rebaño, vamos hoy a centrarnos, sin embargo, en lo que es la cañada en sí como vía de comunicación, como ruta para el tránsito de ganado, y otro día ya abordaremos el tema del goce y disfrute de los pastos bardeneros y de la historia rica de una de esas cinco entidades tradicionales que Navarra tiene, que es la Junta de Bardenas.

Trashumancia

En principio una cañada es una vía pecuaria que sirve para enlazar dos zonas diferentes de pastos, y además de pastos complementarios. En el caso concreto de la Cañada Real de los Roncaleses, conocida ahora también como la GR-13, se trata de un camino que une el Valle de Roncal con la localidad aragonesa de Ejea, un eje norte sur que tiene su punto de arranque en los pastos de alta montaña del pirineo roncalés, que recorre todo este valle (Belagua, Uztárroz, Vidángoz, etc.), y que por Castillonuevo permite atravesar la sierra de Leire (pasando por el mismo monasterio), Javier, Peña, Carcastillo, para desde este último término entrar y atravesar toda la Bardena, para acabar, ya en tierras aragonesas, en el municipio de Ejea. En total suman 135 kilómetros.

Por lo general los rebaños roncaleses iniciaban oficialmente su marcha hacia el sur en el mes de septiembre; a una con la sanmiguelada abandonaban unos puertos y un valle que muy pronto habría de quedar cubierto por la nieve. Algunos esperaban a que pasase Todos los Santos Los rebaños, en muchos casos, se hacían uno solo, repartiéndose los pastores las tareas de su cuidado.

La salida era un momento importante, emotivo podríamos decir. Los rebaños se concentraban antaño junto a la salida de la localidad, generalmente junto a una cruz de término (hoy en todo el Roncal tan sólo sobrevive un crucero, en Urzainqui). Los pastores, y los rapatanes, ataviados con sus espalderos, sus abarcas, su zurrón bien repleto, y sus sombreros de fieltro negro, se afanaban en los preparativos: contar las ovejas, cuidar de que todas estuviesen debidamente identificadas, los chotos, o los iraskos (chotos capados) eran los que tenían que abrir la marcha con los trukos colgando, según el volumen del rebaño los pastores se repartían sus puestos: adelante guiando a los chotos, atrás arreando con los perros, en los laterales…, siempre había uno que era el encargado de llevar la cuenta de los gastos, de las ovejas que morían, de las que parían, de las que se vendían, del salario que se pagaba a los pastores contratados para acompañar y cuidar el rebaño, de los posibles gastos de alojamiento, del arriendo de algún campo en el recorrido, etc.

Y de pronto, ante la expectación de las madres, esposas, novias… el rebaño, levantando una impresionante nube de polvo, iniciaba su andadura en medio de un trepidante sonido de esquilas, de miles de esquilas, entre las que destacaba el sonido de los trukos abriendo la marcha, y las voces de los pastores dando las primeras órdenes a la vez que agitaban sus sombreros con la mano en señal de despedida. Atrás quedaban las mujeres, los niños, los ancianos, y también los que se dedicaban a otros menesteres, principalmente a la madera. Atrás quedaban agitando sus pañuelos al aire en señal de despedida; atrás quedaban, sabedores de que allí les esperaba un invierno duro, difícil, especialmente para algunas mujeres que, semanas después, sin tanta algarabía ni solemnidad, emprendían otro camino que, atravesando el Pirineo por Arrakogoiti y Santa Engracia, les conducía hasta Mauleón  y hasta otras pequeñas localidades xuberotarras en las que pasaban el invierno trabajando en la alpargata.

Los rebaños recorrían el valle, poco a poco, buscando la salida del mismo, buscando nuevos pastos. Sin el complemento de la Bardena el pastoreo en el Valle de Roncal hubiese tenido difícil supervivencia, ¡qué cierto es!. Y allí estaba el camino, un camino milenario, un camino tallado por el paso de millones y millones de pezuñas de oveja durante siglos. Hay que ponerse delante de él, y contemplarlo. Es un camino de ida y vuelta. Ya sé que los pastores no se entretenían en admirarse ante la historia que tenían delante, o tal vez sí. Ellos tenían que recorrerlo, sin perder el control del ganado, pernoctando unas veces al raso, otras en cabañas, otras en el interior del monasterio de Leire –protegidos por sus paredes, aunque sin techo- al calor de las ovejas, compañeras de dormitorio. Y al final estaba el premio: la Bardena. Premio para ellos, y premio para el ganado.

Les tocaba a los pastores meses de convivencia entre ellos, meses de convivencia con los vecinos de los pueblos bardeneros. Y del roce nace el cariño. Muchos allí forjaron su futuro, allí crearon su familia, allí echaron sus raíces; sus apellidos todavía delatan hoy sus orígenes roncaleses. El escudo del valle hoy se ve en cualquiera de los pueblos de la Ribera adornando fachadas en piedra labrada. Es una misma sangre.

Pero ahora, nostalgias a un lado, imagínese el lector lo que podía ser la vuelta al valle de aquellos pastores después de haber estado más de medio año en las Bardenas, sin ver a los suyos. Esta se producía en la primavera, en mayo o en junio. Era un retorno alegre, era la vuelta a casa. Los vecinos salían a su paso a recibirles. Las novias, las esposas… suspiraban por este reencuentro. Eran momentos bonitos, felices.

Pero el pastoreo es el pastoreo, y enseguida había que seguir el camino, hasta Belagua, hasta los puertos; y allí había que seguir atendiendo al ganado; era ya el momento –hasta San Fermín- de producir queso, y de arreglar las cabañas, y de adecentar las muideras, y de reponer las cañablas y las esquilas, y de vigilar a las ovejas ante posibles ataques del oso –y antaño de los lobos-, y de muchas otras cosas. Vivencias, historia, supervivencia… Todo esto, y mucho más, era la Cañada Real de los Roncaleses, la misma que estos días vamos a recorrer.

Otra joya de fotografía…

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Mar
31

Hay fotografías que ensanchan corazones y que te trasladan a otras épocas donde admirar el coraje y el esfuerzo de nuestros antepasados. Son imágenes que reflejan la intrahistoria de un pueblo y que constituyen un verdadero tesoro para el patrimonio, en este caso, del colectivo almadiero de Burgui. Pincha sobre la propia fotografía para poder observarla a tamaño completo.

 

Es el caso de esta fotografía que presentamos a continuación, depositada en el Archivo General de Navarra y a la que hemos tenido acceso a través de la gentileza de Jose Castells Archanco. Figura documentada como fotografía de 12 x 17 cms. con técnica de «gelatina de revelado químico» y en papel baritado. Sobre el original de la fotografía figura la anotación mecanografiada «Transporte de almadías por el río Aragón», lo cual es un error porque claramente se trata del río Esca. Se encuentra adhesivada a una memoria de la Diputación Foral fechada el 20-08-1938, si bien la fotografía es anterior a 1921 como explicaremos más adelante.

La fotografía aparece incluida también en la «Guía Turística de Navarra» editada en el año 1929 bajo el patrocinio de la «Excma. Diputación Foral y Provincial de Navarra y el Excmo. Ayuntamiento de Pamplona».

No figura el autor de la fotografía, si bien podemos aventurarnos a atribuírsela a José Roldán Bidaburu, quien entonces trabajaba para Litografía Roisin, autores de las fotografías que acompañaban las guías turísticas de Navarra en esos años.

Trataremos a continuación de aportar y poner en valor diversos aspectos de los que aparecen en esta fantástica fotografía:

Se trata de una instantánea en la que el fotógrafo recoge el momento del salto de una almadía por el puerto de la presa de Burgui. La almadía se compone de cuatro tramos y está conducida por dos únicos almadieros, un puntero delante y un codero detrás. La longitud de los troncos del último tramo es proporcionalmente mayor que la de los troncos de los otros tres tramos. En el tramo segundo se encuentra el ropero donde se aprecia la alforja y ropa de repuesto o espalderos.

Observando el extremo derecho de la fotografía se aprecia perfectamente una segunda almadía aproximándose también al salto de la presa. Se compone de tres o cuatro tramos y está conducida por dos únicos almadieros, uno delantero y otro trasero. A diferencia de los de la primera, la indumentaria de estos dos almadieros es camisa blanca y chaleco negro. Lástima que los cuatro almadieros permanezcan en el más absoluto de los anonimatos.

El edificio de la izquierda se trata del molino del pueblo y presenta la estampa habitual de un molino harinero y batán (máquina hidráulica compuesta de gruesas mazas de madera movidas por un eje para golpear, desengrasar y encurtir los paños). Posteriormente sería remodelado abriéndose diversos ventanales y se reconvirtió para generar también electricidad, perdiendo ya la utilidad del batán, si bien la fuente existente junto a él sigue denominándose «fuente del batán». En la parte trasera del molino habría una tajadera para regular el agua de entrada y el batán tenía otra más para cerrar su salida y así poder retener agua en su interior. Bajo el arco del molino se aprecian los ejes o estructuras para encajar el ascenso y descenso de la compuerta que regulaba la salida del agua del batán. A destacar que todavía no existía la actual tajadera ni el muro para la canalización de la salida del agua del molino.

En cuanto a la presa y el puerto por el que descendían las almadías nos atrevemos a asegurar que no se trata de la construcción actual, sino que está construida con maderos dispuestos longitudinalmente y entrecruzados. El elevado caudal no permite distinguir tal estructura compleja de troncos salvo, observando con detalle, en la propia rampa del puerto, a la derecha del tercer tramo de la almadía, donde se distinguen al menos cuatro o cinco troncos dispuestos de forma paralela formando la rampa. Y es que no fue hasta el año 1921, siendo alcalde Coronado Glaría Salvador de casa Onpedro, cuando se llevó a cabo la construcción de la presa y puerto con piedras y cemento que existe actualmente. Por ese motivo no figura en esta fotografía la actual tajadera existente al lado del puerto que permite regular el cauce del río en caso de riadas. Concluimos por lo tanto que esta fotografía es anterior al año 1921.

Otros detalles que llaman la atención son los muretes que delimitaban la zona de huertos en la parte superior de la presa, el amplio pedregal existente también aguas arriba que dirige al cauce del río a la margen izquierda y el monte del fondo, Batxa, completamente limpio de arbolado y arbustos ya que en aquella época se utilizaba para la siembra mediante «quiñones» (pequeñas parcelas de titularidad municipal que eran sorteadas entre los vecinos para su cultivo, generalmente de cereal). También apreciamos a la izquierda dos tipos de chimeneas, una antigua y otra más moderna: la primera corresponde a un fogón tradicional mientras que la segunda sería, a buen seguro, de una cocina económica, el gran adelanto de aquellos años.

En definitiva, estamos ante una nueva joya para la interpretación del patrimonio y la historia de Burgui, así como de la memoria de nuestros antepasados almadieros, verdaderos marineros de agua dulce a los que una vez más volvemos a rendir nuestro más sincero homenaje y reconocimiento.

El batán de Isaba

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Ene
7

La historia de la indumentaria roncalesa en Isaba lleva asociada a si misma la historia del viejo batán, un edificio que alojaba en su interior una estructura y una maquinaria de funcionamiento hidráulico  que servía para batanear las prendas de lana, es decir, que mediante un sistema de golpeo rítmico con unas grandes mazas sobre el paño mojado se conseguía darle a este la flexibilidad adecuada como para manipularlo y confeccionar prendas de vestir exentas de la rigidez propia que conlleva su confección.

Batán funcionando en el molino de Villava. Foto: Oscar Guindano

Todo hace indicar que en Isaba siglos atrás había más de un batán, pues los documentos antiguos lo citan en plural, e incluso un documento de 1646 especifica claramente que en la villa de Isaba había dos batanes, pero en la actualidad únicamente conocemos el que estaba junto al molino viejo. Se encontraba en el Camino Real de Belagua (actual carretera de Belagua), a tan sólo medio kilómetro del pueblo.  Se ha conservado el edificio hasta hace muy poco, y parte de la conducción de agua que comunicaba el río con este edificio. La explanada que está delante del antiguo batán todavía hoy conserva el topónimo de Llano del batán.

Las ordenanzas municipales de la villa de Isaba del año 1700 indicaban expresamente que “el molinero que fuere en los molinos y batanes de la dicha villa sea obligado de batanear los paños de los vezinos, y si acaso se le provare que batana paños de fuera de los vezinos de la villa, siempre y todas las veces que se le provare haver batanado tenga la pena de dos ducados por cada vez; y tambien tenga la misma pena qualquier vezino o vezina que hiciere batanar paños de fuera como si fueran suyos; y caso de que se perdiere algún pedazo de paño después de que se le entregase al tal molinero, tenga obligación de buscarlo, y darle a su dueño; y también, si los paños estando en batanes tuvieren algún daño, que también sea obligado a pagar el daño, pues por su falta, y por no tener cuidado recivió tal daño”.

De la lectura de esta ordenanza cabe deducir que la misma persona que atendía el molino atendía también el batán. Y ello queda claro en las condiciones que estableció el Regimiento (Ayuntamiento) de Isaba cuando en 1646 se adjudicó a Domingo Tapia el arriendo de los dos molinos y de los dos batanes.

A principios del mes de febrero de 2003 el tejado de este viejo edificio se hundió a causa del peso de la nieve, acrecentando con ello su avanzado estado de ruina. A partir de ese momento el edificio se ha ido deteriorando hasta llegar a desaparecer.

Arquitectónicamente ya no es posible recuperarlo, pero lo que sí podemos evitar que se pierda es su memoria, la memoria de quienes un día le dieron vida, y este pequeño artículo quiere empezar a contribuir a ello.

Yo, el puente, testigo mudo de la vida en Burgui

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Ago
23

Ya sé, y lo sé bien, que no estáis muy acostumbrados a que os hable un puente. Aunque cierto es que muchos son los lenguajes. Bastaría un poco de sensibilidad para oír hablar a las piedras, y me consta que muchos de vosotros oís siempre mis historias.

Aguas que vienen… y aguas que se van. Como la vida. Y es que… el agua del río es mi razón de ser.

Tuve más suerte que otros de mi época, entre ellos supongo que mis predecesores, que fueron de madera, a merced siempre de riadas y tormentas. A mí me hicieron fuerte, de piedra bien labrada, ¡a conciencia!; bajo las directrices de un maestro cantero; y de esto hace ya más de siete siglos. Soy, por mi edad, lo que se llama un puente medieval. Y soy, también, parte importante, de lo que entonces fue el Camino Real, una prolongación de la calle Mayor.

Hacer un puente de piedra era en aquellos tiempos una obra importante. Hace dos milenios era esta una labor reservada en exclusiva a los romanos, que eran -después de que los inventasen los griegos- los únicos capacitados para hacer este tipo de construcciones. Hacer un puente de piedra era un signo de poderío; así se entiende que al Obispo de Roma, por ser el máximo mandatario de la Iglesia (Papa), se le llame Sumo Pontífice.

En el último cuarto del siglo XIX perdí una parte de mí, la más próxima al pueblo. El trazado de la carretera así lo exigía. Pensad que yo era simétrico, siendo el punto más alto el centro. Perdí un ojo. Pero… sobre todo, perdí mucho tránsito, mucha vida. Hasta entonces era paso obligado para quien quisiese adentrarse en la foz, para quien quisiera llegar a Aragón, o para quien desde allá quisiera llegar hasta aquí.

Burgui,13-10-03

Desde que me construyeron… ¿qué no habré visto yo?. ¡Os sorprenderíais!. Son miles las personas que en todo este tiempo han pasado sobre mí. De todos ellos, sin ninguna duda, los menos deseados, fueron aquellos soldados de Napoleón que el 28 de agosto de 1809 se servían de mí para llegar al pueblo y llenarlo de fuego, destrucción y muerte. Ha sido lo peor que he conocido en toda mi vida, lo más doloroso.

En ese trasiego permanente que siempre he conocido, he sido testigo de vuestro paso, y del paso de quienes os precedieron, y previsiblemente lo seré del paso de quienes os sucedan.

Vi a aquellas gentes que me cruzaban antes del amanecer, con la tronzadera al hombro, o el astral, y con la caballería bien cargada, para regresar horas después tras haber trabajado de sol a sol.

Vi a aquellas familias que pasaban sobre mí, camino de Sasi, para volver unas semanas después, dejando allí la hierba cortada y recogida. ¡No reconocerían la soledad que hoy vive ese paraje!

Vi pasar a aquellas otras gentes, pastores y rapatanes, con sus espalderos y sus rebaños de ovejas, hacia tierras aragonesas, para regresar unos meses después a una con la primavera.

Vi también a algunos antepasados vuestros, desesperanzados, que pasaban sobre mí en busca de otro mundo mejor, y que ya no volvieron.

Y ví pasear al clérigo, con su breviario; al hortelano, con su azada; al calero, con su carga de cal sobre las artolas de la caballería. Y al que de noche pescaba furtivamente. Y miles de veces vi, y sentí, al cabrerío del pueblo dejando sus excrementos sobre mi lomo; junto a mí dejaba cada casa las cabras al cabrero, y junto a mí las recogían horas después. Durante siglos me han acompañado las lavanderas, susurrando y cuchicheando a mis pies cuanto acontecía en el pueblo, a la vez que frotaban y frotaban la ropa que previamente habían blanqueado a base de agua hirviendo y ceniza. Y vi pasar sobre mí a los arrieros con sus machos repletos de mercancías y cachivaches; unos traían vino en pellejos, otros vasijas, otros telas, abalorios, herramientas, pescado, y poco más, porque poco más eran lo que necesitaban vuestros antepasados para sobrevivir.

Y… como soy más mayor de lo que creéis, sabed que también me ha tocado convivir con la sombra del aquél castillo que coronaba la Kukula. He visto también a no pocos roncaleses pasar sobre mí, con la saeta al hombro y las flechas a la espalda, o con su bayoneta, o con su fusil y su pólvora, camino de una guerra y de otra. ¡Nunca habéis sido indiferentes a nada!, y por eso, por vuestro valor, siempre se os ha respetado y admirado, y por eso obtuvisteis los primeros fueros, y por eso tenéis el escudo más antiguo. Nunca olvidéis que en este valle, en estos montes, es donde nació el reino, y también donde murió su independencia al obligar la nieve a rendirse al Mariscal don Pedro de Navarra.

Os he hablado antes de las lavanderas, ¿lo recordáis? No sé muy bien porqué, o tal vez sí, ¿qué más da?, pero cuando os hablo de ellas me viene a la memoria otro oficio ya extinguido. El de almadiero.

Por un momento deteneos a pensar en ellos. Siiiii… ya sé que se lo estoy diciendo a una generación de vecinos de Burgui que es precisamente la que se ha preocupado de salvaguardar su memoria, la que se ha ocupado de dignificar y poner en valor a este oficio. Y os felicito por ello.

Pero… ¿os dais cuenta que todas las almadías que han salido de este valle me han pasado por debajo?, ¿os dais cuenta que he sido testigo del paso de miles de almadías?, ¿os dais cuenta que toda la riqueza forestal de este valle ha desfilado bajo estos arcos? Mi estructura de piedra era el último recuerdo que se llevaban del valle; rara era la vez que desde el pretil algún niño, alguna moza, alguna madre… no agitase su brazo en señal de despedida. Sobre mis piedras quedó más de una lágrima rebozada por el deseo del retorno.

Hoy, cuando hace ya unas décadas que este oficio se apagó, veo de nuevo esos recibimientos multitudinarios que os hace la gente cuando bajáis el puerto de la presa. ¡No cabe mayor homenaje!

Puente y río 2008 (2)

Y yo… que los vi pasar a todos aquellos almadieros, a los de hace unas décadas, a los de hace una centuria, a los de hace varios siglos… sé que allá donde ahora estén, estarán bien orgullosos de vosotros. ¡Estad seguros y convencidos de ello!

Y os hablaría de amores, de clandestinos romances, de miradas encontradas que se tradujeron en fidelidad conyugal.

Y os hablarías de juegos, de canciones, de música, de fiestas. Y de oficios extinguidos, y de luchas, y de ilusiones…

Miradme bien. Os veo ahora, a la mayoría, con ropas modernas, con estilos y tendencias de vestir marcados por alguien que decide cuál ha de ser la moda en cada momento. Pues bien, que sepáis que hasta hace un siglo, y durante muchos siglos, los roncaleses teníamos nuestro propio estilo, ajeno a modas y a dictados comerciales, y aquellas ropas nos identificaban, y desvelaban un lugar de origen, una forma de ser, una raza, una lengua, una estirpe familiar, un escudo, una bandera… Pensad bien en esto que os digo. No tengáis miedo alguno en volver a vestir estas prendas. Y si alguien os dice que vais disfrazados, decidle que no, que no vais disfrazados de nada, que vais vestidos de dignidad y de orgullo por ser de donde sois.

No cedáis en estos detalles; aprovechad las fiestas, las solemnidades, y los actos importantes para exhibir esta seña de identidad.

Quisiera que cuando me miréis, veáis en mi algo más que un elemento arquitectónico más o menos bonito, que veáis algo más que una bonita estampa para el que llega. Quisiera que en estas piedras que me forman, y en estos ojos por los que discurre el agua, vieseis a ese nexo entre vosotros y todos los que han dado vida a este pueblo en los últimos siglos. He visto pasar a decenas de generaciones, he visto evolucionar al pueblo y a sus gentes…; y, pensad, es muy probable que dentro de cien, doscientos, trescientos años… yo siga aquí, acompañando a vuestros descendientes. Y además espero conocer el día en el que vuelva a ver de nuevo a todos los vecinos reunidos en torno a mí, el puente, para poder contarles que hubo un día, allá por el mes de junio de 2011, en el que los vecinos del pueblo me vieron lo suficientemente guapo y coqueto como para iluminarme.

Acordaos, y esto es importante, que nosotros, los puentes, somos siempre creados para unir. Ese, y no otro, es el espíritu del puente. Uno dos orillas, uno generaciones y épocas. Y quisiera que no olvidaseis esta lección, que las distancias se salvan con puentes, que las diferencias se salvan con unión. No construyáis puentes mediocres, de palitroques, que no son sólidos, y cualquier riada se los puede llevar.  Sé que entendéis perfectamente el doble sentido de mis palabras.

No tengáis miedo a cerrar filas en torno a vuestra historia, en torno a vuestro patrimonio. Que el puente que construyáis con todo ello sea de piedra, con buenos pilares, pues los cimientos son buenos.  Y si así lo hacéis quedad bien tranquilos, que no habrá riada ni globalización que se lo lleve.

Texto leído en el acto de «Homenaje al puente de Burgui» organizado por el Colectivo Cultural La Kukula el 25 de junio de 2011 con motivo de la iluminación ornamental del puente medieval de Burgui por parte del Ayuntamiento.

Burgui, julio de 1916. Semblanza de un roncalés.

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Jun
7

 

Foto abuelo roncalés 1916

Presentamos a continuación este retrato realizado en Burgui en el año 1916 que nos ha cedido nuestro buen amigo y asiduo seguidor José Ignacio Riezu Boj. Podemos considerar esta instantánea como otra pequeña joya tanto por su antigüedad como por la valiosa información gráfica de la indumentaria que porta el roncalés.

 Origen de la fotografía:

La fotografía perteneció a la colección de la familia del pamplonés Teodoro Ruiz de Galarreta y fue vendida a un anticuario de Valencia hace unos años. La fotografía se adquirió por José Ignacio Riezu Boj en el año 2010 y está fechada en el mes de julio de 1916 (hace ya por lo tanto 101 años). En ella aparecen retratados, según la nota de la fotografía, el propio Teodoro, su cuñado José Alfonso y un paisano anónimo de Burgui.

Personajes:

Teodoro Ruiz de Galarreta Maestu (primer personaje por la izquierda) fue un rico propietario nacido en 1884 en Pamplona, casado con la donostiarra María Felisa Mocoroa Durán en 1921 y gran aficionado a la fotografía. A lo largo de su vida -falleció a los 70 años el 14 de julio de 1954- reunió una ingente colección principalmente de fotografías estereoscópicas, muchas de las cuales las realizó tras sus viajes por diferentes pueblos navarros.

José Alfonso Zarranz (primer personaje por la derecha) ejerció como médico en Burgui -al menos- entre 1907 y 1912. Casado en esta última fecha con una hermana de Teodoro, llamada María Pilar, se desplazó a vivir y ejercer la profesión a Pamplona, donde adquirió gran fama. De hecho, una de las calles del barrio de San Jorge en Pamplona recibe seguramente este nombre, “José Alfonso, médico”, en relación a este mismo personaje.

La escena nos muestra un retrato que se hicieron con un vecino de Burgui, en el centro de la foto, con motivo de una excursión por el valle de Roncal de Teodoro y José Alfonso. En su parada en Burgui se fotografiaron también con otra lugareña en una preciosa estampa con el pueblo al fondo que ya compartimos en fechas anteriores.

El paisano roncalés no figura identificado en la fotografía original, ya que solo se cita a los dos anteriores, la fecha y el pueblo. Hemos tratado de identificar la casa de Burgui a la que podría corresponder la puerta del fondo, pero 100 años son muchos y en este periodo han sido reformadas o reconstruidas muchas de las viviendas. Por otra parte, aun identificando la casa a la que pertenece, también nos queda la duda de si el paisano vivía en esa casa o, simplemente, pasaba por ahí y posaron frente a su puerta.

Indumentaria:

Llama la atención el gran contraste entre la indumentaria tradicional del paisano de Burgui con la que llevan los dos señores que le rodean. Contrasta la elegancia sobria y austera del anciano roncalés con la elegancia del señorito adinerado de ciudad.

El anciano, seguramente con más de 65 años, lleva un viejo sombrero de vástago, de los de medio bombín; chaleco negro posiblemente de pana, que parece recio en su textura, y con bolsillo atípicamente alto; inmaculada camisa blanca, que de haber sido de otro color hubiese destacado más el vendaje en la mano que sujeta y se apoya en el bastón; enorme faja probablemente morada, no excesivamente prieta, que adorna más que ciñe; calzón negro sin ajustar bajo la rodilla, rendido ya a la moda impuesta por los ansotanos que en esa época, entre otras cosas, ahogaron la costumbre secular roncalesa de ceñir el calzón bajo la rodilla; asoman calzoncillos grises atados con cordones blancos; medias negras; y en los pies alpargatas, quién sabe si elaboradas por alguna golondrina del pueblo.

Destaca el vendaje que lleva en su mano derecha, el bastón y el perro que se esconde detrás de su dueño. Se observa también la existencia de un bonito suelo empedrado en la calle, la puerta antigua de dos hojas abierta en su parte superior, el banco de cemento construido junto a la pared exterior de la casa y el clavillote colocado en su fachada para poder amarrar a las caballerías.

Burgui, 1916. Mucho más que una fotografía…

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Mar
14
Estampa de Burgui en julio de 1916.

Pinchar sobre la fotografía para visualizarla en tamaño completo

Nos complace presentar esta preciosa fotografía realizada en Burgui en el año 1916 que nos ha cedido nuestro buen amigo y asiduo seguidor José Ignacio Riezu Boj. Se trata de una instantánea inédita que podríamos considerar como una auténtica joya por los diferentes aspectos que a continuación vamos a ir detallando. Son varias las estampas antiguas que se conservan con diferentes vistas de nuestro pueblo pero ninguna como esta aporta tan valiosa información gráfica a nivel etnográfico, histórico o de indumentaria. Un tesoro que estamos encantados de compartir y de interpretar.

Técnica fotográfica:

La  fotografía que presentamos está realizada con la técnica de la «estereofotografía». En este caso, una cámara de fotos hace dos tomas simultáneas pero separadas 7 cms. entre sí, la misma distancia de separación de los ojos del ser humano. Esto permite, al verla a través de un visor estereoscópico, observar la escena tridimensionalmente. Es una técnica fotográfica que se utilizó mucho en el siglo XIX y principios del siglo XX y que posteriormente cayó en desuso. La que mostramos está realizada sobre una placa de vidrio con emulsión de gelatina y en positivo, lo que hace que sea el original y probablemente sin copias. La placa de vidrio tiene unas dimensiones de 16,9 x 8,4 cms. y el par fotográfico de 7×7 cms.

Espacio y tiempo:

Se trata de una estampa costumbrista realizada en la localidad de Burgui (Valle de Roncal, Navarra) en el mes de julio del año 1916. Recoge un paisaje del casco urbano del pueblo con el puente medieval y tres personajes en primer plano.

Origen de la fotografía:

La fotografía perteneció a la colección de la familia de Teodoro Ruiz de Galarreta que fue vendida a un anticuario de Valencia hace unos años. La fotografía se adquirió por José Ignacio Riezu Boj en el año 2010 y está fechada en el mes de julio de 1916 (hace ya por lo tanto 101 años). En ella aparecen retratados, según la nota de la fotografía, el propio Teodoro, su cuñado José Alfonso y una paisana de Burgui.

Los personajes:

Teodoro Ruiz de Galarreta Maestu (primer personaje por la izquierda) fue un rico propietario nacido en 1884 en Pamplona, casado con la donostiarra María Felisa Mocoroa Durán en 1921 y gran aficionado a la fotografía. A lo largo de su vida -falleció a los 70 años el 14 de julio de 1954- reunió una ingente colección principalmente de fotografías estereoscópicas, muchas de las cuales las realizó tras sus viajes por diferentes pueblos navarros.

El siguiente personaje (en el centro) es José Alfonso Zarranz, que ejerció como médico en Burgui -al menos- entre 1907 y 1912. Casado en esta última fecha con una hermana de Teodoro, llamada María Pilar, se desplazó a vivir y ejercer la profesión a Pamplona, donde adquirió gran fama. De hecho, una de las calles del barrio de San Jorge en Pamplona recibe seguramente su nombre, “José Alfonso, médico”, en relación a este mismo personaje.

La escena nos muestra por lo tanto una excursión por el valle de Roncal de Teodoro y José Alfonso. De hecho, hay varias fotografías más de este viaje por los pueblos roncaleses. En su parada en Burgui se fotografiaron también con otro lugareño con indumentaria roncalesa y en este caso se retrataron con esta paisana de la derecha.

Pero… ¿quién podría ser esta buena mujer?. Partimos de varias consideraciones previas para realizar una hipótesis que nos permita aventurar su identidad: La fotografía está obtenida desde el trazado del Camino Real que conducía hacia Salvatierra de Esca y que daba acceso a su vez a varios pajares en el término de Sitxea, también conocido como Izabarroa. Partimos de la base de que la señora porta sobre su brazo izquierdo una cesta que, ampliando la imagen, intuimos que contiene huevos. La mayor parte de los actuales pajares existentes en Sitxea no se construyeron hasta después  del año 1918 (momento en el que el vecino Nazario Labiano, de casa Molinas, solicita al Ayuntamiento de Burgui la posibilidad de adquirir un trozo de terreno para edificar un pajar y ante lo cual el ayuntamiento inicia un proceso de subasta de terrenos para atender esta y otras solicitudes). Existían por lo tanto en 1916, año de la fotografía, únicamente dos pajares en esa zona: el de Zarrajero, destinado seguramente al ganado vacuno por las características del edificio, y el de Lupercio, del que hay constancia que en la planta baja tenían las gallinas y el cerdo. La fotografía está realizada precisamente a escasos metros de la puerta de acceso a este último pajar. Consultando el libro de Matrícula de la Iglesia de Burgui para ver quiénes componían la unidad familiar de casa Lupercio en esa fecha, nos atrevemos a asegurar que la identidad de esta mujer podría corresponder a Celedonia Pérez Iriarte, nacida en 1863 y que falleció el 19 de febrero de 1963 unos pocos días antes de llegar a centenaria. Por lo tanto, suponiendo con estas premisas que fuera ella, tendría una edad de 53 años en el momento de realizar esta fotografía.

Valor artístico:

Consideramos la instantánea estéticamente perfecta. El autor ha sabido componer la imagen colocando, en la parte superior izquierda y al fondo, el pueblo; en la parte inferior derecha y en primer plano, a los tres individuos; y a modo de diagonal de izquierda a derecha y de atrás a adelante, el magnífico puente de Burgui que parece señalarnos, como una flecha, a los tres protagonistas.

Valor indumentaria:

Pero por lo que consideramos que esta fotografía es única es por la indumentaria que usa esta mujer. A diferencia de los dos turistas, ella porta la indumentaria roncalesa. Lleva pañuelo en la cabeza, blusa de largas y huecas mangas, corpiño o justillo y larga falda.

La falda encimera la lleva caída, en su posición natural; normalmente la falda encimera cumplía el papel de bolso (se subían la parte delantera y se la amarraban a la cintura por detrás, de tal forma que allí metían cosas, muy especialmente cuando recogían productos en la huerta).

La mujer viste un corpiño típicamente roncalés, de uso ordinario, muy sencillo. Unas simples cintas bordeando el escote. Se trataría de lo que puede ser el único testimonio de un corpiño de diario, ya que no se conoce otra fotografía en todo el valle con esta indumentaria.

Nos atrevemos por lo tanto a decir que estamos ante el único testimonio de la indumentaria femenina roncalesa de diario. No puede tratarse de la indumentaria de gala o de fiesta, ya que viene de recoger huevos en un cesto y unos turistas le han “pillado” para fotografiarse con una lugareña.

Valor histórico y etnográfico:

Aparte de su notable valor anterior, la instantánea presenta también un importante valor etnográfico e histórico ya que nos muestra diferentes elementos significativos de la época:

  • Las mayor parte de las casas del pueblo aparecen mostrando desnudas sus fachadas con negras piedras. Solamente se distinguen dos o tres casas enlucidas totalmente.
  • Algunas de las casas presentan encalados los alrededores de alguna ventana o balconada. El blanqueado del contorno de puertas y ventanas con cal además de servir para sanear los vanos de los edificios, servía también para poder identificar de noche la puerta y las ventanas cuando no existía la luz eléctrica.
  • Sobre la mayor parte de los tejados sobresalen grandes chimeneas, muchas de ellas troncocónicas, antaño tan típicas del valle y en la actualidad ya desaparecidas, salvo merecidas reconstrucciones que vuelven a recuperar la estructura antigua de estas chimeneas. Obsérvese la preciosa chimenea que existía en la casa que actualmente, pero no en 1916, alberga la panadería Ezker.
  • En muchos de los tejados se observan también las llamadas “palomeras”, pequeñas ventanas salientes con tejadillo que permitían el acceso al tejado desde el sabaiao.
  • No existe en la fotografía, por haberse construido a mediados de los años 20, la actual casa Juana Mayo edificada junto al puente. En su lugar se aprecia una escollera de piedras a modo de talud para sostener el trazado de la carretera que discurre por la parte superior.
  • Se observa por el contrario una edificación ya desaparecida que se encontraba en la actual zona de aparcamiento junto a la panadería, prolongando el trazado de la calle Mayor. Se trataba del pajar de Calvo, que fue demolido para el ensanche y acondicionamiento de la actual carretera.
  • El edificio del molino fue también posteriormente remodelado, abriéndose diversos ventanales que no existen en el momento de esta fotografía. Presenta aquí la estampa habitual de un molino harinero, pues todavía no generaría electricidad.
  • Se distingue, detrás de casa Molinas con su esbelta chimenea, otra casa algo más alta que tras incendiarse fue comprado su solar para ampliar la entonces casa Almazán, dando lugar a lo que actualmente conocemos como casa Avizanda.
  • En la casa conocida como Juan Rosildo se aprecia claramente en su fachada bajo la chimenea un pequeño saliente a modo de cajón. Recibía el nombre de “sucaparre” o “socaparre” y era un espacio interior en el fogón de la cocina que sobresalía hacia el exterior para permitir la colocación de leñas largas. Hoy en día no se conserva ya ninguna de estas estructuras salientes en la localidad.
  • Podemos afirmar, tras un proceso de ampliación digital, que la presa se encuentra construida por maderos entrecruzados. Incluso el puerto para las almadías parece estar construido mediante largos maderos. Y es que no fue hasta 1921, siendo alcalde Coronado Glaría Salvador de casa Onpedro, cuando se construyó la presa y el puerto que conocemos actualmente. Se trata por lo tanto de la única fotografía conocida de esta presa construida mediante maderos.
  • Excepcional es también, ubicada en la esquina del inicio del puente desde el pueblo, la existencia de una columna de piedra que formaba el crucero que delimitaba la entrada al casco urbano del pueblo. A pesar de las ampliaciones no se consigue apreciar si existe la cruz, también en piedra, que debió presidir el alto del crucero, y de la que hay constancia documental a través de un grabado realizado hacia el año 1874. De no existir ya la cruz en 1916, bien podría tratarse también de la base para colocar la imagen de la Virgen de la Peña con motivo de las romerías que desde este punto se iniciaba hacia su ermita. De hecho, al construirse la casa Juana Mayo junto al puente está confirmado que se hizo una pequeña hornacina en su fachada para albergar esta imagen.
  • En la carretera, junto a casa Onromán, se aprecia aparcada una carreta o carromato para ser tirado por caballerías y cubierto por una capota.
  • Junto al inicio del puente, a la derecha de los tres personajes, se localizan varios maderos ya pelados y trabajados que dudábamos si se estaban preparando para una almadía. Pero más bien parece ser que llegaron formando parte de una almadía por su distribución desordenada y porque se aprecian algunas escarbas y agujeros por los que fueron amarrados al barrel. Podría tratarse por lo tanto de madera bajada en almadía desde aguas arriba para su uso en la construcción o reforma de alguna casa o pajar del pueblo…
  • Aunque indirectamente, aparecen retratados también otros personajes en esta fotografía. Vamos a descubrirlos:

-En la ventana de casa Iglesias (actualmente casa rural Urandi) se observa perfectamente a una mujer asomada que se encuentra sacudiendo una gran tela, posiblemente una sábana. En el balcón superior tiene tendida al sol la colada.

– A la izquierda, en la orilla del río, a la sombra del puente (era el mes de julio…) se encuentra un grupo de lavanderas formado por tres o cuatro mujeres vestidas de negro haciendo la colada. Incluso parece que algunas prendas blancas están tendidas o elevadas con algún soporte que no se llega a apreciar.

-Bajo el arco del molino, también en el pedregal, se aprecian varios bultos que no adivinamos a distinguir si se trata también de lavanderas colocadas junto a la salida del agua de la fuente del batán. No parece en cualquier caso que existiera entonces el actual murete que encauza hacia el río la salida del canal del molino.

-Subiendo el puente en dirección al pueblo se observan dos machos cargados con grandes fardos de hierba envueltos en sábanas. Guiando a la primera de las caballerías se distingue, ampliando la imagen, a un niño con camisa blanca y boina, mientras que al segundo macho le conduce un lugareño con camisa blanca. Siendo el mes de julio, era también momento de acarrear al sabaio las hierbas para alimentar durante el año a los animales después de haber sido cortadas en los campos.

En definitiva, por todo lo expuesto, nos permitimos considerar esta fotografía como una de las más bellas estampas antiguas de Burgui de las que se tiene constancia, no solo por su perfección y calidad estética sino también por los elementos humanos, etnográficos e históricos que a través de su detallada observación se pueden interpretar, siendo algunos de ellos totalmente insólitos y desconocidos fotográficamente hasta la fecha.

Un auténtico placer para quien sepa disfrutarla y saborearla como lo hemos hecho nosotros. Colectivo Cultural La Kukula, Burgui.

 

Si has detectado algún error o dispones de información complementaria, contacta con nosotros en info@lakukula.com

La taberna

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Jun
19

No se crea que eso de beber, y no precisamente agua, sea cosa de la modernidad. Existe  desde siempre, al menos en nuestra cultura occidental. Y, por tanto, también en Burgui.

¿Dónde saciaban su sed los bebedores burguiarres de hace casi cuatrocientos años? En la taberna.  Allí acudían a empinar el codo los hombres,  y a la taberna concurrían también niños y amas de casa a comprar el vino preciso para casa.

vino

La venta de vinos y licores, segura fuente de ingresos, no campaba por libre, sino que era regulada y controlada por el ayuntamiento, al menos de modo indirecto. Cada año el municipio sacaba la taberna a subasta bajo el tradicional sistema de la candela: el último que licitara antes de que se extinguiera el cabo de vela se llevaba el servicio de la taberna.

Pero, además de quedarse con el coste del arriendo, el muy ilustre ayuntamiento imponía sus condiciones al arrendatario. Véanse algunas  de las que aparecen en un documento fechado en el año del Señor de 1649: Primeramente haya de prober (proveer, abastecer) de vino blanco y tinto de continuo todo el año sin faltar y las veces que faltare tenga de pena un ducado si no hubiere caussa legítima de mal tiempo…

Sorprende que ya entonces  tuviera tanta importancia el vino blanco, cuando hace no tantos años apenas se consumía en el pueblo.  ¿Llamarían vino blanco  a alguna bebida como anís o aguardiente…?

Una obligación  primera y principal al arrendatario:  que nunca faltara  el vino. ‘Si el vino viene, viene la vida’, cantaban hace unos cuantos años. Pero nuestros antepasados también eran conscientes de que  la climatología podía jugarles una mala pasada: temporadas  de eternas nieves y riadas que hacían imposible abastecerse de alcohol en el mercado exterior. Contra el tiempo, a aguantarse. Pero si la  culpa era  de la mala cabeza del tabernero, palo y tente tieso: un ducado nada menos de multa.

Pero no sólo se le exigía al tabernero que  siempre tuviera  existencias, sino otras condiciones esenciales: Aya de jurar a cómo le cuesta y paga cada cántaro de vino y la carga de diez cántaros. Pero ¿bastaría con el juramento del tabernero…? En vez de cubas, entonces se utilizaban cántaros. Supongo que el transporte se haría por medio de carros siquiera hasta las estribaciones  del Pirineo. Luego,  en cargas de mulos por las foces y montes empinados de las cercanías. Y haya de traer del mejor y más barato que hubiere… Lo de siempre: las tres bes. Bueno, bonito y barato.

Parece que de la gestión diaria de la taberna se encargaban las mujeres. Los hombres tendrían que emplearse en trabajos más duros y penosos. Por eso dice sobre la tabernera:

Y que la tabernera aya de ser a contentamiento de los señores jurados.  ¿Cómo entender eso del contentamiento?  ¿Que tuviera abierta la taberna y atendiera a todo el  personal con toda seriedad y diligencia? ¿Que fuera cariñosa y dulce con sus señorías…? Y que aya de dar a cada uno su justa medida. Cántaros y pintas rebosantes, no radidas. Y de vino puro, no bautizado. Jurados y vecinos conocían perfectamente  el dicho:  ‘bochorno frío, tabernera vieja, agua seguro’. Y otra obligación bien rigurosa: y sea diligenta (la tabernera) de levantar a cualquier hora del día y noche a dar su recaudo (a atender) a los que fueren por vino.

Doroteo Urzainqui y Victorino Eguinoa. Burgui.

Doroteo Urzainqui y Victorino Eguinoa. Burgui.

Esta condición parece a todas luces algo excesivo, una manifiesta exageración. O sea que si a uno  o varios sujetos se les acababa el vino  a las altas horas de la noche o madrugada, podían acudir por simple vicio a quebrar el sueño de la pobrecita  tabernera… ¡Que en estos tiempos posmodernos de horarios rígidos y de sujetos de derechos más que de deberes vinieran con esas exigencias a los expendedores de alcohol…!

Todo lo anterior dice bien a las claras que nuestros antepasados, tan bregados en labores y caminatas, le daban suma importancia al vino, que alegra el corazón del hombre según la biblia. Al fin y al cabo, era uno de los pocos gustos que podían darse a diario en unos tiempos difíciles y austeros.

Por aquellos años, y aún después,  en Burgui también había viñas. Las últimas en el siglo XIX, en el término de Santa Lucía. Pero el del pueblo debía ser un brebaje escaso y de poco grado, por lo que debían importarlo en su mayor parte. ¿De dónde lo traían? De  Lumbier,  Artieda… Pero también de más lejos: Puente la Reina, Tafalla, Sierra de Ujué y de la Ribera de allá del Ebro.  Por ejemplo, hasta de Tudela, según consta en otros documentos.

Suponemows que la compra de vino se haría como cuando aún funcionaba la Cooperativa de Consumo de Burgui que conocimos los mayores. El presidente de la Cooperativa, junto con algún miembro de la Junta compraban el vino que luego llegaba en cubas. Pues en el siglo XVII algo parecido:  el tabernero, junto con algún jurado (concejal), se dirigían al punto de compra, elegían el producto, también apalabraban el transporte en carro por un tanto, y a esperar  a que llegara hasta  donde podían andar  los carros. De ahí a Burgui, a baste.

Ah, y durante todo el año  un jurado ojo avizor,  vigilando que las condiciones impuestas en el arriendo se cumplieran a rajatabla. Sí señor. El de la taberna era un servicio de primera línea en el abastecimiento de los vecinos de Burgui.  Entonces, ahora y siempre.

Adiós a la mantilla roncalesa

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Dic
14

Así titulaba Moisés Valencia Calvo la crónica que a continuación transcribimos y que fue publicada en Diario de Navarra en julio del año 1971. No se reproduce la fotografía original por su escasa calidad.

Como es costumbre por San Pedro, hacía un calor fuerte. Fuimos por Igal y Vidángoz (aquí, excursionistas, no hay fonda) en un recorrido muy bello y cuya cima de enlace de los dos valles de Roncal y Salazar no es muy elevada. Recomendamos este discurrir que va paralelo a los regachos de Igal y de Biniés en Vidángoz, afluente del Esca.

Estrenaban en Burgui las fiestas en honor de San Pedro Apóstol, con una misa solemne en la hermosa parroquia, bien cantada la misa por el pueblo, sermón adecuado a las fiestas; muchas comuniones; dicha misa por el Párroco aezcoano, don Marcelino Laurenz. Bien sonaban allí las notas del órgano adquirido en Leyre que data del siglo XVII. Vimos, y lo consignamos con agrado, que el pueblo acude en masa bien, y muy bien vestido, y atiende la función con una compostura admirable en el tiempo con semejante limpieza que delataba, además, que es norma de todo el año.

Después de la misa y por razones excepcionales nos agregamos a la Comitiva Oficial y tomamos el aperitivo con las Autoridades. Charla agradable y almadiera con sus Bochuelas y Rusos, sobre el Esca.

Teníamos deseos de fotografiar despacio este bonito puente romano de Burgui. Diversas publicaciones del Ministerio de Información y Turismo lo situaban con el pie de Arive. Ni aquel pueblo de Aézcoa, tan fotogénico, precisa de apropiarse de bellezas ajenas, ni era justo no figurara el verdadero pueblo de tan bella estampa. Ya hemos visto este año que dicha propaganda figura bien emplazada la foto y texto de Arive. Aquí admiramos sus montes, su río Esca, su puente, su presa, su pueblo situado en un plano inclinado bien para que en aquella foz le pegue de recio el matacabras en invierno.

Charlamos con aquella simpática gente, a la sombra en dicho lugar, de un pueblo con sus extensos pinares, muchos de ellos particulares, de madera excepcional, haya y roble; con 5.000 ovejas y 200 vacas; que hace 60 años tenía 700 habitantes; terreno muy montañoso y accidentado; Olate y Zazia (¿Sasi?); Larra; Ajanda; ríos Esca y Biniés; cruce de carreteras del valle a Navascués, a Venta Carrica, a Vidángoz y Salazar; romerías a la Virgen de la Peña en terreno de Salvatierra y a la del Camino; dos serrerías y una granja de cerdos; médico, teléfono (pronto automático); dos maestros; demasiado lejos la farmacia, que precisa un botiquín; 73 kms. a Pamplona por el alto de las Tres Coronas (¿?). Estamos en un pueblo típico del Valle de Roncal. Mucho jabalí. No hay alcalde desde hace algún tiempo por dimisión del mismo, propietario. Oficialmente ejerce el primer Teniente Alcalde, hombre de la nueva hornada (nos referimos a su edad), joven, dinámico, activo y entusiasta defensor de los problemas locales que esperan solución con más o menos urgencia.

Resulta que la enfermedad de moda, la tensión, afecta grandemente en cuanto al alumbrado de la localidad. Entendemos que en la Jefatura de Industria de Navarra van a encontrar fácil y muy atenta solución.

Por las consecuencias de higiene y salubridad más los inconvenientes que ello acarrea con disgustos diarios por el verano es urgente afrontar, nos decía el Sr. Alcalde, el problema de la escasez de agua potable durante el estío en este pueblo. Nos contaba también que el pueblo, para su desenvolvimiento agrícola y ganadero, precisa la construcción de nuevos caminos.

Así están bien resumidos los candentes y presentes problemas de un pueblo. Si las arcas están vacías, como es normal en tantísimos pueblos, búsquese las ayudas precisas y justas, y el resto, sin pereza, hallar el dinero para completar el total de los presupuestos porque esas preocupaciones deben desaparecer realizando los trabajos que con interés nos dijo dicha Autoridad. Verá qué contento se queda el pueblo una vez acabados estos trabajos.

No nos contó el Sr. Alcalde, pero sabemos que el término de Sasi precisa la construcción de una pista forestal que con ello daría al suelo el ciento por uno, porque así el trabajo será rentable. Todo sea por el bien general. Estamos seguros que con el dinamismo del Sr. Alcalde, bien ayudado por los compañeros de la Corporación, otro año tendremos olvidados estos importantes problemas.

mantilla roncalesa

Desapareció hace años el atuendo típico del hombre roncalés. De la gran misa el día de la fiesta del pueblo, San Pedro, vimos salir solamente a una respetable señora, con la mantilla negra, roncalesa, que la pudimos fotografiar gracias al Sr. Párroco, ya que aquella buena roncalesa estaba reacia a la máquina. Era nuestra ilusión el poseer el retrato de la última mantilla típica de este pueblo que se exhibe por sus calles, porque cuando por circunstancias de la vida se retire definitivamente a su domicilio, la iglesia de Burgui ya no verá más este atuendo que antaño usaron todas las mujeres en este pueblo roncalés.

Finalizamos este escrito sobre la mantilla con unas palabras de Garcilaso, aquel director de este periódico: “Las mujeres  llevan todo el vestido negro, y sus rostros serenos, graves y prudentes asoman por el hueco sombrío de las recias mantillas, de cuyas puntas cuelgan dos trozos de paño como dos higas misteriosas que tuvieran ignoto poder de exorcismo. Tienen los rostros de aquellas mujeres una luz suave y serena de atardecer montañés; una luz pálida y melancólica como la luz que hay en sus barrancos en la hora crepuscular. Tienen una mirada reposada y tranquila… Están como recogidas en una meditación y su caminar es un caminar ligero de palomas. Tienen la gracia de la humildad y la virtud de la obediencia”.

Día del Obispo. 6 de diciembre, San Nicolás.

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Dic
6

Con motivo de la festividad de San Nicolás, cada 6 de diciembre los niños y niñas de Burgui recorren las calles del pueblo bendiciendo las casas y entonando alegres coplas a cambio de aportaciones de viandas de los vecinos con las que después celebran un buen festín.

Día del Obispo, 06/12/15

Este nutrido grupo de niños y niñas está formado por un séquito encabezado por el «obispo» y dos canónigos a los que acompañan el «alcalde» (lleva una vara de mando y es el encargado de recoger los donativos en metálico en un zacuto), los «cesteros» (transportan las cestas donde se recogen las viandas como patatas, huevos o dulces), y los «espederos» (quienes en unos espedos ensartan las chulas, longanizas o embutidos).

obispo1

La víspera de la celebración de este festejo, el «alcalde» que forma parte de esta comitiva es el encargado de comunicarlo a los vecinos mediante este curioso bando anunciado por el pueblo mediante corneta:

De orden del señor alcalde, hago saber, que durante el día de mañana, día de San Nicolás guarden bien sus animales domésticos, especialmente las aves. En caso de encontrar alguna de ellas por las calles, será llevada a casa del obispo, donde seguidamente será sacrificada.

De esta manera se advertía al vecindario del riesgo de que se apropiaran  de las gallinas que antiguamente se encontraban por las calles. También tenían derecho para entrar en las huertas y recoger los escasos productos que por estas fechas se encontraran, principalmente cardos.

obispo4

El propio día 6 se realiza el recorrido por las calles del pueblo entonando estas tradicionales coplas y canciones:

Hoy es el día de San Nicolás, todos los niños de fiesta están, en esta casa todos esperan la limosnica que nos alegra, ¡el señor obispo les bendecirá!      

Vengan vengan los huevos, las chulas y los cuartos y alguna otra cosica que si no, no nos vamos. Si nos dan, no nos dan, las gallinas cantarán.

 La señora de esta casa es una santa mujer, pero más santa sería si nos diera de beber. Compadézcanse señores, de estos pobres estudiantes, que celebramos la fiesta muy contentos y galantes.    

obispo

Una vez recibidas las viandas y aportaciones en cada casa, el obispo realiza la siguiente bendición frente a ella antes de proseguir la marcha:

La bendición de Dios Padre, la bendición de Dios Hijo, la bendición de Dios Espíritu Santo, que baje Dios a esta casa y la bendiga, por los siglos de los siglos, amén.

Se trata de una tradición muy antigua que data al menos del siglo XIX. Antiguamente sólo participaban trece chicos de 14 años de edad. Algunos de los niños llevaban gorros militares  supuestamente relacionados con la guerra de Africa.

Juan Urzainqui García, in memorian

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Jun
24

El víspera del Día de la Almadía, caprichosa coincidencia, despedíamos y dábamos sepultura a Juan Urzainqui García (1922-2015), que nació, vivió y murió en Burgui, sin otra trashumancia en su vida que la que le impuso durante un tiempo su oficio de pastor y su dedicación al transporte fluvial de la madera.

Empezó Juan de pastor, de pastor trashumante, de los que llevaba el rebaño a tierras aragonesas. Fue después hombre de bosque y de río. Domador de madera y navegante con mano firme al remo, lo mismo en el río que en la vida. Pastor y almadiero…, almadiero de oro, roncalés de los pies a la cabeza.

Colectivos como La Kukula o como la Asociación Cultural de Almadieros Navarros hemos sido receptores de sus conocimientos y aportaciones a la cultura de nuestro pueblo. No hace tanto que en la cocina de su casa iba rememorando y recitando los nombres de las fuentes del término de Burgui a petición de nuestro colectivo La Kukula. Él iba cantando los nombres, y Bienve, su inseparable Bienve, los iba anotando.

Se da la circunstancia de que tan solo un mes antes de su fallecimiento fueron grabados para un documental sus recuerdos sobre las almadías. Al otro lado del puente, arrimado a la almadía, nos dejaba su testamento inmaterial; rodeado de focos y de micrófonos, desgranaba ante la cámara todos sus recuerdos y conocimientos de su vida almadiera; un testimonio que queda ya salvaguardado para siempre a través del Archivo del Patrimonio Inmaterial de Navarra

Reproducimos aquí, a modo de homenaje y de agradecimiento, algunos fragmentos de su última entrevista centrados en sus recuerdos como almadiero:

juan1

¿Cómo era el oficio de almadiero?

Pues muy duro y malo… en este valle si no cogías el palo tenías que ir con la madera, o sea que… a la madera al final, después a las almadías… o coger el palo y a la Bardena, con las ovejas. Esa era la vida de este valle.

¿Por qué era tan duro trabajar en las almadías?

Porque era en pleno invierno, se empezaba a últimos de noviembre y se acababa a mitad de mayo. Y todo el invierno pues ya me dirás, metidos en el agua, con lo fría que estaba… mayormente mojados todo el día, desde el punto de la mañana hasta que acudías a casa, que muchas veces los pantalones se subían helados, los quitabas en la cocina, los dejabas y se quedaban tiesos, ¡fíjate!, no se doblaban por el hielo que tenían. Así que ya me dirás lo duro que podía ser aquello. Claro… estábamos acostumbrados… y aguantábamos malamente.

¿Cómo fue tu primera experiencia en la almadía?

Yo la primera vez que bajé fue a los doce años, bajábamos dos almadías nuestras, y la primera que bajaba paró en la foz, y nosotros que bajábamos por detrás le pasamos la soga a ver si la podíamos arrastrar… y no podíamos. Y pasamos mi padre y yo, que íbamos en la de adelante, pasamos a la de atrás; y al tiempo de rancar, que ya rancó la almadía… yo ya pasé, pero mi padre se quedó en la de atrás y…, entonces íbamos uno adelante y otro atrás, no había de tres remos sino de dos, y claro… al llegar a Salvatierra, unos que estaban atando madera allí le preguntaron al puntero: -“¿dónde has encontrado esa cría?”… –“¡ahí riba estaba, en la foz!”…; con que ya… seguimos para adelante. Me podía haber parado para que me hubiera pasado mi padre, pero no hubo forma. Él era valiente, y sabía mucho de almadías… que ya era mayor, claro. Hasta el Matral llegamos, llegamos al embocadero del Aragón, que es donde estaba el Matral, y yo con doce añicos… me pude arrimar también. Ahí la atamos para subirnos a casa; dejarla allí, salir a la carretera, y a golpe de zapatillas a Burgui. Como te digo… en pleno invierno… se pasaba mal… mal. Y entonces en mayo ya se terminaba el almadío, ya se habían bajado las almadías; que no todos los años se dio curso a las almadías que había preparadas, por falta de agua, claro…; si no había agua no se podía bajar, y algunas se quedaban aquí todo el verano.

Aquí, encima de la presa, que llamábamos la badina… varias almadías se quedaban allí, sin poderlas bajar por falta de agua… y ya… a esperar al invierno siguiente….; se arreglaba lo que se podía para poder seguir adelante, y claro… la verga no aguanta mucho tampoco. Estando en el río más bien se podrían, pero bueno, tenía que pasar… con remedios y cosas pasaban el invierno… y arrear para abajo. Los ríos se ponían en condiciones, claro, y como te digo… ya era últimos de noviembre.

¿Cómo eran las almadías?

juanMayormente por la Purísima se solía hacer ya un viaje a la Ribera. De aquí se bajaba entre dos en aquellos tiempos hasta siete tramos en una almadía… no se cargaban como últimamente de 4 metros de ancho; entonces eran de 2’80… y hasta siete tramos de almadía… uno adelante y otro atrás. Después ya se fue anchando los tramos y se llegó hasta 4 metros y ya se ponían dos remos adelante y otro atrás, o dos adelante y dos atrás… dependía de la madera, cómo era, si era gorda, si era más delgada… porque la madera había de piso, había de tejado y había de sierra… esa era la división de las maderas. Y luego la largura… el primer tramo de punta, secenes, eran 6’40; el segundo, el del ropero, era de 4’80, docenes que se llamaban; y era catorcenes el tercero, de 5’60; y luego ya lo que seguía, lo que se podía colocar, pero ya te digo que hasta de cinco y siete tramos. Y claro, llegabas al embocadero del Aragón, y allí lo que aquí se bajaba en dos, se ponía en una sola y… ¡arreando, ribera abajo! donde podían llegar a venderla.

¿Había dificultades para vender la madera?

Llegabas a los pueblos y ahí como sobraba alguno, se salía e iba pregonando por los pueblos, a ver quién quería comprar la madera, y algunas veces acertabas, se vendía, pero otras… El año cuarenta y ocho fue un año desastroso para los que teníamos madera, no había forma de vender un palo por ningún lado…;  ese año teníamos nosotros dos almadías, y las pude vender en Caparroso a Justo Sainz, que tenía una serrería en ese pueblo… y así las pudimos vender. Bajábamos con intención de dejarlas para Pitillas, para la iglesia de Pitillas, pero se nos adelantó otro del pueblo y se conoce que ya no querían más y a picar a ver dónde… Y de allí me mandaron a Tudela a buscar algún dinero, y allá me encontré con un señor de aquí que se dedicaba al transporte de maderas, mayormente, y cuando me vio dice –“¿tú también estás aquí?”; y otros dos del pueblo que estaban, que habían llegado con una media, que se llamaba, dicen –“este ya la ha vendido, por lo visto”, –“¿ya la ha vendido?, ¡me alegro!” dijo, porque estaba la cosa un poco fea ya… no se podía vender la madera. Y de allí pues ya cogimos nosotros y a casa. Y lo que nos dieron pues ya esta, ¿qué le vamos a hacer?.

¿Hasta dónde llegaste en almadía?

A Zaragoza no llegué nunca. Siempre debajo de Buñuel… Novillas me parece que es el pueblo, lo más lejos que bajé yo fue hasta allí. Y de ahí para arriba pues eso… Tudela, Caparroso, Marcilla, Milagro donde más… y ahí dejábamos, se vendía la madera. Yo iba de peón, no iba siempre para casa. Se hacía lo que se podía y hasta doce tramos en cada media iban, mayormente se ponían cinco adelante y siete atrás. La primera era siempre la madera más gruesa, allí cinco tramos, y la segunda pues seis y siete (…)

Juan, ¿has conocido algún accidente en almadía?

Si. Aquí yo mayormente conocí uno en la foz de Arbaiun, ahí murió Donato Mendive Tolosana. Bajaban por la foz de Arbaiun, encallaron contra una piedra, el resto de tramos se fue solapando tipo bisagra, aplastó a los dos que bajaban adelante… y este hombre murió.

Yjuan3 después otro murió en Isaba también, en la presa de Isaba; ese también no sé que les pasó allí, y se ahogó. Y otro en el Congosto, de Salvatierra de Esca… ese se dedicaba al transporte de madera, y también cayó al río, y al tiempo que sacaba la cabeza le prensó un madero contra la peña; ese también era de los que se dedicaba a esto… Carmelo Calvo, almacenista de Zaragoza últimamente, pues un hermano de ese es el que murió en el Congosto.

Y después otro, de casa Felandón. Ese murió con un barreno, estaban limpiando el río, pusieron un barreno en una piedra para romperla, no explotaba, no explotaba… se acercó él, se le ocurre soplar, y entonces le explotó y ahí le dejó… Fernando García Laspidea era aquel.

Y eso, y aquí… tres críos también se ahogaron con las dichosas almadías, porque claro, salir de la escuela y ya estábamos todos corriendo a las almadías, y tres fallecieron, tres críos murieron allí… luego dijeron que era uno por un corte de digestión, pero los otros dos fue al caerse de las almadías abajo… a uno lo encontraron a los quince días ahí abajo, en la foz, metido entre unas piedras; y el otro, un crío rancó con pañalicos… estaba en un tramo en una almadía ahí encima de la presa, lo subían, lo bajaban, y este crío… a gatas, se metió al río, cayó… y su hermano salió corriendo y de ahí, de ese muro se tiró abajo, al río, y ahí le cogió, pero ya sin vida.

¿No tenías miedo?

No lo conocíamos, no conocíamos el miedo. Ahora, a mí también me tocó sacar a otro. Andábamos los dos de críos pasando de una almadía a otra, se cayó, yo acerté a coger un palo que había allí, se lo acerqué y lo saqué del río, le puse encima de la madera, y después un mozo que había por allí alrededor, lo cogió y lo llevó a la casa de este mocé.

Tu madre llegó a bajar en almadía, ¿es así?

Pues mi madre… teníamos madera nosotros en Ugañai.  Estábamos mi padre, mi madre y yo atando la madera, aguamos la almadía y claro, pues había que bajarla al pueblo, pues entre los tres bajamos la almadía y la arrimamos ahí, en la badina  encima de la presa. Yo iba atrás en la cola, mi madre con más miedo que alma en el ropero, y mi padre adelante, y ahí ya llegamos, mi padre entendía, sabía manejar la madera, y entonces la bajamos. Esa fue la única vez que bajó mi madre en la almadía.

Y para ti, que has sido almadiero y de familia de almadieros… ¿qué papel desempeñaba la mujer?

Pues la mujer ayudar a los hombres. En el atadero, mayormente, pues a dar verga, que hay que adobarla para meterla por los agujeros, y retorcerla… adobarla que decíamos, para poderla atar con más facilidad. Cortarla, se tuerce, se adoba, para que se pueda manejar, y esto ya ves, la convertimos en cuerdas, porque esto es unos palos de avellano; y eso lo cortas en un tiempo, la tuerces, y llega el tiempo de atarla, y la empleamos en los ataderos. Y las mujeres mayormente pues sí… iban al atadero a ayudar a los hombres.

juan4¿Era importante su labor en la actividad familiar?

Se aplicaban a todo lo que podían; no les bastaba con la tarea de casa y tenían que ir al atadero también; al atadero, a la huerta, y a todo lo que salía… ¡no se descuidaban, no, entonces, ni lavadora ni nada, no había adelantos para poder excusar un trabajo.

¿Te gusta que ahora vuelvan a bajar las almadías?, ¿te sientes reconocido y homenajeado?

¿Homenajeado?… pues ya he hecho yo también todo lo que he podido. La gente pues sí… veo que tienen interés por mí… Desde el año noventa y dos que se formó la Asociación de Almadieros, que precisamente fue en Isaba, en una comida, y allí se formó la Asociación de Almadieros; y a partir de allí pues ya empezamos a hacer una almadía, después dos, y hasta tres bajábamos. Y bien contentos y felices.

¿Qué sentiste cuando otra vez volviste a almadiar?

Para entonces ya habíamos hecho una almadía para el Gobierno de Navarra también, que me tocó bajarla aquí en el pueblo, y después fuimos a la foz de Lumbier. ¿Emocionados?, ¡nos gustaba!… creo que practicamos hasta los treinta años, el año cincuenta y dos fue cuando se cerró el pantano de Yesa, y ya se acabó el almadeo, y después, en el noventa y dos hicimos la almadía para el Gobierno de Navarra, que la proyectaron en la Expo de Sevilla, y ahí nos llevaron a nosotros también, y pasamos dos días allá contentos.

Juan… ¿eres el último almadiero?

¡Aún quedan!. Queda Pablo Tolosana Turrillas, ese es quinto mío, a ese también ya le tocó bajar, ya, muchas veces. Y después hay otro, José Francisco Pérez Elizalde, de casa Palicas, ese vive en Pamplona. Ese era de los jóvenes, más joven que yo, vamos, también le tocó bajar; un viaje bajamos hasta Milagro con ellos: nosotros para Modesto, y él con su padre en una media, hasta Milagro, ahí la vendieron, coger el tren y a Pamplona. Aquí en el pueblo alguno más también habría bajado pero ya al final y en contadas ocasiones.

Si nacieses de nuevo… ¿volverías a ser almadiero?

Si no quedaba otro remedio… ¡a ver lo que ibas a hacer!. En casa no te ibas a quedar, había que sacar la costilla por donde fuera. Porque yo también fui pastor, ¡eh!, no me tocó solo almadiar, que también estuve en la Bardena cuidando ovejas, ¡de todo!… se terminó el almadeo, y entonces marché pastor también.

¿Qué significa para ti este río?

Pues este río, hasta el año cincuenta y dos, fue la vida de muchos en este valle, mayormente de Burgui. Cuando se dejaba de almadiar, que ya se subía a los pueblos de arriba… de Burgui salían ciento cincuenta personas a trabajar en la madera.