Abordamos en este boletín de La Kukula el devenir de una familia de Burgui, los Labiano García, que aunque no es historia propiamente de interés público, sí lo es en la medida que es intrahistoria, es decir, es el día a día de una familia de Burgui que nos permite acercarnos a fenómenos como la emigración, las relaciones o la propiedad. Son muchos los aspectos que desconocemos, pero dejamos constancia de aquellos que, a través de diversos documentos, han permitido rescatar parte de su intrahistoria.
El apellido Labiano llega a Burgui el 19 de mayo del año 1816 al casarse Martín José Labiano Egea, natural de Arboniés, en el valle de Romanzado, con María Isabel Tolosana Armendáriz, de Burgui. De este matrimonio nacieron cinco hijos: Juana Bernarda, María Simona, José Fermín, Josefa Ramona y Agustín Labiano Tolosana.
Seguimos la pista a Agustín, quien el 25 de junio de 1855 se casa en Burgui con Eulalia Calvo Aisa, de cuyo matrimonio nacen siete hijos: María Felipa, Atanasio Cruz, Pablo, Paula Isabel, María Cruz, Gervasia y Nazario Labiano Calvo.
Nazario, uno de nuestros protagonistas, nació en Burgui en el año 1874. Se casó con Bonifacia Mónica García Zabalza (nacida en Burgui el 5 de mayo de 1867 en casa Navarro, hija de Nicolás Pablo García Oset y de María Josefa Zabalza Urzainqui). Nazario y Bonifacia vivieron en casa Molinas y tuvieron cuatro hijos: Cresencio, Víctor, Asunción y Anastasia, tal y como figura en el Libro de Matrícula de la parroquia de Burgui.
Consta también viviendo con este matrimonio en 1908 Severiana García. Aunque no hemos podido confirmar este extremo, nuestra principal hipótesis es que Severiana era hija de Bonifacia, bien de un primer marido ya fallecido y también de apellido García (poco probable) o bien de padre desconocido, por lo que Bonifacia habría sido madre soltera y le habría dado su apellido García (opción más probable). Como veremos más adelante, en algunas cartas dirigidas a Severiana le reclaman la deuda “que dejó tu padre sin pagar” en alusión a la cuenta de Nazario y en otras ella misma expresa que “mis hermanos me dicen que yo haga lo que quiera (…) que ellos por el momento no piensan venir” pero hemos constatado que Severiana no era hija de Nazario, puesto que no lleva su apellido ni aparece como tal en los documentos de herederos para la venta de las propiedades del propio Nazario.
En el año 1911 Severiana ya no figura residiendo en Burgui. Sabemos que se trasladó a Francia, seguramente para trabajar como operaria en las fábricas de alpargatas de Mauleón, y que acabó casándose con alguien de apellido Bescós, cuya procedencia no hemos podido confirmar, y con quien al menos tuvo dos hijas, María y Mercedes. Severiana adopta desde entonces el apellido de su marido, firmando como Severiana Bescós en la diversa correspondencia que mantiene con sus primas de Burgui, de apellido García. Su hija María, sin embargo, consta viviendo en Burgui con sus abuelos Nazario y Bonifacia al menos en los años 1919 a 1921, con una edad de 7 años en 1919. Desconocemos el motivo de esta crianza en Burgui.
Sí que sabemos también que Severiana, junto con su marido, regentaron una tienda de frutas en Mauleón bajo el nombre de “Fruits et Primeurs, Comestibles, Bescos» (Mauléon-Soule, Basses-Pyrénées)” según reza en el membrete de varias cartas enviadas a Burgui, pasando a ser posteriormente “Veuve Bescos” al enviudar. Su hija Mercedes por lo visto es la que siguió el negocio de la tienda hasta su cierre final.
De los cuatro hijos del matrimonio entre Nazario y Bonifacia tenemos la siguiente información:
–Anastasia, la mayor de los hermanos, nace en Burgui hacia 1894 y en 1921 no consta ya en Burgui. Sabemos que emigró a Francia y por la época bien pudiera haberlo hecho para trabajar en las fábricas de alpargatas de Mauleón, si bien no tenemos constancia documental de su registro. Casada con M. Melgar, tuvo un único hijo, Mateo-Germain Melgar, nacido en Tarnos (Landes) el 17 de agosto de 1923.
–Cresencio (así consta en acta del Registro Civil, pero en otros documentos figura como Crescencio) nació en Burgui el 19 de abril de 1901 y en el año 1920, con 19 años de edad, emigra a Argentina junto con su hermano Víctor y un amigo, Cesáreo García, que bien pudiera ser familiar por parte de su madre Bonifacia. El primer destino de los tres fue en la Patagonia como pastores de ovejas. Se casó con Matilde Ida Marty y tuvo dos hijas: Belquis Mildred y Raquel Sara.
–Víctor, nace en Burgui en 1903 y junto con su hermano Cresencio emigra a Argentina en 1920 con 17 años de edad. Allí se casó con Magdalena Cúneo y tuvieron cuatro hijos: Zulma (20/03/1934, casada con Horacio Osvaldo Recofsky), Nazario Jorge (03/11/1935, soltero, recibe el nombre de su abuelo), Mª Luisa (19/08/1938, casada con Ricardo Lucero) y Juan Víctor (01/08/1939, soltero).
–Asunción, nace en Burgui en 1904 y emigra también a Francia, seguramente bien joven junto con su hermana mayor Anastasia para trabajar en las fábricas de alpargatas de Mauleón, si bien en algún momento posterior se le sitúa viviendo en Bayona. Se casó con Xabier Lafitte (11/09/1907, Hendaye) y tuvieron una única hija, Jacqueline Noélle.
Nazario y Bonifacia, los padres, quedaron por lo tanto viviendo solos en Burgui, pues sus dos hijos emigran a Argentina en 1920 y sus dos hijas a Francia también en los años veinte. Pocos años más tarde, el 17 de julio de 1924, fallece Bonifacia a la edad de 57 años.
Nazario, viudo con 50 años, contrae segundo matrimonio con María Isabel Glaría López, nacida en Burgui el 2 de julio de 1877 y también viuda, de Ángel Bronte, de Burgui. De este matrimonio entre María Isabel y Ángel había nacido su única hija, Eusebia Bronte Glaría, en el año 1904. Tras quedar viuda María Isabel, figura viviendo con su hermano soltero Francisco durante unos años en casa Foroso.
María Isabel junto con su hija Eusebia, llamadas “las forosas”, se trasladan por lo tanto a vivir con Nazario Labiano a casa Molinas a partir de su matrimonio en 1926. A Eusebia, además, se le conocía como “la manca forosa” por haberse quedado curra de niña tras una caída desde el muro de la carretera al pedregal según nos ha llegado de testimonios orales recogidos en Burgui.
Nazario y María Isabel, junto con la hija de esta, convivieron por lo tanto en casa Molinas de Burgui durante una década aproximadamente, puesto que en el año 1936 fallecen ambos. Nazario muere el 14 de agosto de 1936 a la edad de 62 años y cuatro meses más tarde lo hace María Isabel, el 28 de diciembre de 1936 a los 59 años. Eusebia continúa por un tiempo viviendo sola en casa Molinas pero no siendo la heredera abandona el pueblo con 32 años de edad para trasladarse supuestamente a Pamplona donde fallece el 22 de septiembre de 1968.
Queda la vivienda de casa Molinas vacía y desocupada y no será hasta comienzos de los años 40 cuando se ocupe en régimen de alquiler por Donato Mendive Tolosana (viudo de Dominica Bertol Ayerdi) con sus cinco hijos Pepita, Iluminada, Florentina, Eladio y Fidelio. Será Pepita, la hija mayor, la que acabe residiendo en esta casa tras casarse con Inocencio Ayerra Garate y tras 50 años en régimen de alquiler, se adquiere en 1992 la propiedad de la casa, el pajar Molinas y varias fincas a los descendientes de los cuatro hijos herederos de Nazario Labiano (Anastasia, Cresencio, Víctor y Asunción).
Nazario Labiano:
Poco sabemos de la vida cotidiana de Nazario, más allá de que apenas recibió formación escolar (en algún documento se indica “por no saber firmar”) y que de profesión era “labrador” y, tal vez, almadiero. En el acta fundacional de la Hermandad de Nuestra Señora del Camino de fecha 8 de septiembre del año 1897 figura en el listado de los Hermanos de dicha cofradía en la unidad familiar número 44 junto con su padre Agustín Labiano y su esposa Bonifacia García. En el año 1902 continúa formando parte de la Hermandad con su mujer Bonifacia, entendemos que su padre ya habría fallecido. Sin embargo en el año 1903 consta pendiente de pago una multa “que hay que cobrar sin la cual no se puede continuar en la Cofradía”. La multa (de una vela de media libra en 1897 y actualizada a 4 pesetas en 1902) hace referencia a la “obligación de asistir por parte de los hombres a la ermita el día del aniversario de los cofrades difuntos, salvo enfermedad o ausencia del pueblo”.
Años más tarde, según acta de la sesión ordinaria de fecha 3 de noviembre de 1918 del Ayuntamiento de Burgui, se da cuenta de la “instancia presentada por don Nazario Labiano solicitando un trozo de terreno para la construcción de un pajar en el término de Izabarroba perteneciente a este municipio” acordándose que “poseyendo en dicho paraje este ayuntamiento un buen trozo de terreno, solicitar de la Exma. Diputación la autorización competente para que este ayuntamiento pueda enajenar cuantas parcelas se soliciten con destino exclusivamente para edificaciones por cuanto dicho terreno ni da ni puede dar otros productos al municipio. Figuran «ingresadas por D. Nazario Labiano por importe de una parcela comprada al ayuntamiento según recibo que le acompaña de 93 pesetas con 75 céntimos». Se trata del actual pajar conocido como el de Molinas en el término de Sitxea.
Sí que hemos localizado sin embargo diversos documentos, la mayor parte de ellos posteriores al fallecimiento de Nazario, relacionados con reclamaciones o reconocimientos de deudas. Los documentos fechados en vida de Nazario los firma en su nombre Eusebia Bronte (la hija de su segunda mujer) “por no saber firmar”. Tras su fallecimiento, algunas de las reclamaciones se dirigen a Severiana García en alusión a la deuda contraída por su padre (quien, como ya hemos indicado, no era su progenitor). Y en los últimos documentos las deudas las satisface inicialmente Úrsula García (sobrina de su mujer Bonifacia) y posteriormente el hijo de Úrsula, Juan Urzainqui. Serán Úrsula y Juan, como familiares más cercanos, quienes recauden la renta del alquiler de la casa y el pajar de Molinas, gestionen los aprovechamientos forestales, atiendan los pagos pendientes y mantengan el contacto con los herederos de Nazario Labiano.
Estos son algunos de los escritos relacionados con los reconocimientos y reclamaciones de pagos:
Yo, Juan Bernardo Mainz, he recibido de Nazario Labiano los intereses que improntan de la escritura que tiene contraída con fecha 29 de junio del año 1928. Son 19 pesetas.
Yo, Nazario Labiano, mayor de edad, casado, labrador y vecino de la villa de Burgui pagaré a Coronado Glaría, viudo y vecino de la misma villa, la cantidad de quinientas pesetas que le debo por una cuenta de trabajar para mi arrastrando madera del monte de Gabarre, en el término de Salvatierra provincia de Zaragoza, y por no poderle pagar en esta fecha, me conformo abonarle un rédito del seis y medio por ciento hasta hacer efectivo el pago. La cantidad de maderos arrastrados son 250 al precio de 2 pesetas. Y para que conste donde convenga lo firmamos en Burgui a 30 de octubre del año 1933. A ruego de Nazario Labiano por no saber firmar lo firma Eusebia Bronte de la villa de Burgui y de la misma familia.
Yo, Nazario Labiano, declaro que a Juan Bernardo Mainz, casado con Justa Pérez, vecinos de Burgui y ya difuntos, quedé adeudando al tiempo de su fallecimiento la cantidad de doscientas cincuenta pesetas y que no habiéndola pagado, sigo adeudando esa cantidad a quien resulte ser el dueño de ese crédito y tenga derecho a cobrarlo. Burgui, a 17 de junio de 1937. Firman Eusebia Bronte y, por orden, Pruden Alastuey. (Curiosamente, en esta fecha ya había fallecido también el propio Nazario).
Ha recibido la Sociedad La Burguiesa de Doña Úrsula García por una deuda que debía Don Nazario Labiano la cantidad de trescientas setenta y cinco pesetas. Para que conste, en Burgui a cuatro de enero de 1943. Por orden del Presidente, Juan Alastuey, cobra el Expendedor, Jorge Glaría.
Carta que dirige Félix Avizanda con fecha 9 de octubre de 1949 y membrete de “Ultramarinos, tejidos, paquetería, ferretería, muebles y vinos” a Doña Severiana, indicando que “hace 22 años que está la cuenta que dejó tu padre sin pagar y en el documento reconoció la cuenta y se comprometió a pagar el 6% de interés al año, causa por la cual hoy asciende la cuenta a la nota última que se remitió. Como no estoy dispuesto a tener esta cuenta pendiente de cobro más tiempo, si seguidamente no remites su importe la pongo en el juzgado y entonces pagarás con creces lo que sea. Estoy de cuentas viejas tan aborrecido que ya no transijo más con nadie. Espero seguidamente tu resultado para obrar en consecuencia”. Tres meses más tarde, el 17 de enero de 1950 redacta documento indicando que “he recibido de Don Juan Urzainqui la cantidad de 1.339 ptas., importe de la cuenta de Don Nazario Labiano, incluidos los intereses desde el año 1928 hasta el día 17 de enero de 1950”.
El 28 de julio de 1950, Coronado Glaría firma que recibió de Juan Urzainqui, vecino de Burgui, la cantidad de mil pesetas por rastrar maderos del finado Nazario Labiano del término de Pintano.
En el año 1957 habiendo llegado a un acuerdo los propietarios de la casa que habitan Dña. Celedonia Pérez e hijos y los herederos de D. Nazario Labiano para el arreglo de la cubierta de dicha casa y después de efectuado el trabajo hacemos la lista del importe total de material y personal invertidos que son los siguientes: Celedonia Pérez: de madera 500 pts., de clavos 7 pts., de tejas 45 pts. y 4 peonadas 260 pts., total 812 pts.; Pablo Lacasia, albañil:de clavos 64 pts., de tejas 31,25 pts. y 2 ½ peonadas 162,5 pts., total 257,75 pts.; Juan Urzainqui, 2 ½ peonadas 162,5 pts. Importe total: 1.232, 25 pts. Y para que conste expiden el presente documento el 16 de septiembre de 1957 firmando Juan Urzainqui, Pablo Lacasia y Braulio Garate. Haciéndose cargo Dña. Ursula García de efectuar los pagos que quedan por la parte de herederos de D. Nazario Labiano. Quedan conformes y liquidados de dicha cuenta presentada ante su vista firmando seguidamente Celedonia Pérez Yriarte.
Aclaración: una parte de todas las plantas de casa Molinas se localizaban bajo las plantas superiores de casa Lupercio (propiedad de Celedonia Pérez) por lo que los gastos del tejado en común eran para sufragar por ambas familias. Desconocemos el momento en el que el edificio se separó en dos.
Anotaciones de otros pagos realizados por Úrsula García:
-Por arreglar la canal del pajar, cemento para la misma, entrego a Eusebio Tolosana 29 pts.; por arreglar el tejau que entraba el agua al pajar de el tejau por aber puesto mal las tejas, 47 pts. a Pablo Lacasia y tejas 29 pts.; por arreglar la chiminea, cemento para la misma, 49,90 pts.
-cuenta de Nazario Labiano que tiene pagada Ursula de retrasos de la contribución, 590,75 pts.
-pagadas “por migo” en la Cooperativa 375 pts.
También al recaudar, anotaba “Estas 200 pts. son para pagar a los de Molinas, cobradas del alquiler de la casa”.
Hay que recordar que los dos hijos de Nazario emigraron a Argentina y las dos hijas a Francia hacia los años 20. Sin embargo, en la correspondencia que en los años 50 mantiene Severiana con sus primas Ursula y Lorenza en Burgui (familiares directos por parte de su madre Bonifacia) es la propia Severiana la que, aun siendo hijastra de Nazario, da indicaciones para actuar en relación a las deudas que existen en el momento.
Así, por ejemplo, en carta remitida por Severiana desde Mauléon a su prima Ursula García con fecha 4 de noviembre de año desconocido, indica que “aze algunos días os mandé una carta el permiso para vender los pinos, no sé nada, por favor después que los bendais pagarle pronto Almazán” (en relación al requerimiento de Félix Avizanda, pues la casa y tienda se llamaba anteriormente Almazán). Añade “me diréis también quien bibe en la casa, darme notizias de todo, mis ermanos me dizen que yo aga lo que quiera de todo eso que ellos por el momento no piensan venir i si bienen sería solo para bernos a nosotras pero no será seguro”. Acaba diciendo, después de enviar saludos a toda la familia, que “de buena gana os mandaría azúcar para este inbierno pero no sé con quien” (a recordar que regentaban tienda en Mauleón).
En otra carta enviada también desde Mauleón con fecha 18 de noviembre de año no indicado, Severiana Bescós se dirige en este caso a su prima Lorenza y demás familia e indica “de lo que nos dizes que quieren embargar todo diles al que tiene el pajar que te pague. Con eso pagas las contribuciones, que nadie toque nada hasta que nosotras bayamos”.
Cresencio Labiano:
Poco sabemos sobre la formación escolar recibida por Cresencio (hijo mayor de Nazario y Bonificia) en Burgui pero era un hombre sumamente culto y de una grafía impecable. De acuerdo a sus relatos, en Burgui desempeñó el trabajo de almadiero, oficio que le causó fuertes dolores reumáticos en los años posteriores. Apenas tenía 19 años cuando embarcó en el puerto de Burdeos (Francia) a bordo del Aurigny, buque de pasajeros y carga de la compañía francesa Cie des Chargerus Reunis y construido en 1918. Cresencio abandonó Burgui junto con su hermano Víctor y su amigo Cesáreo García, posiblemente familiar por parte materna. Llegaron al puerto de Buenos Aires el 9 de septiembre de 1920.
Desconocemos si en Argentina tenían ya algún familiar o conocido que les acogiera y recomendara, lo cual era bastante habitual en aquella época y un aliciente para emprender el viaje. En cualquier caso, se trasladaron a la Patagonia argentina, a la provincia de Río Negro, donde ejercieron de pastores ovejeros al sur del río Salado. Tal vez el escenario de la Cordillera de los Andes les permitía recrear y recordar el majestuoso paisaje del Valle del Roncal y su querido Burgui natal.
Posteriormente, Cresencio trabajó en un tambo (establecimiento ganadero destinado al ordeñe y comercialización de leche de vaca) en la zona de Curumalán, provincia de Buenos Aires. Con sus ahorros logró ser propietario de una finca en el pequeño pueblo de Arroyo Corto, donde contrajo matrimonio el 17 de noviembre de 1934 a la edad de 33 años con Matilde Ida Marty de 25 años, argentina, hija de padres franceses. En ese mismo año compró 170 hectáreas en la zona de Garré, provincia de Buenos Aires, que dedicaría a la explotación agropecuaria. El 21 de septiembre de 1935 nació su hija mayor, Bélquis Mildred y dos años más tarde su segunda hija, Raquel Sara. De sus hijas tuvo seis nietos.
En el campo de su propiedad construyó una confortable vivienda que habitó hasta 1973, año en que alquiló su propiedad rural al esposo de su hija menor y, ya jubilado, se trasladó a otra propiedad adquirida en el pueblo de Tres Lomas. A pesar de que sus días transcurrían en el campo no fue impedimento para desarrollar una rica vida social, siendo un vecino querido y respetado. Así, en el año 1953 junto a un grupo de chacareros (granjeros de la pampa argentina) fue miembro fundador de la Cooperativa justicialista agropecuaria de Bahía Blanca, filial Garré.
Cresencio falleció en Tres Lomas el 18 de abril de 1983, cuando ya tenía dos bisnietos. Hasta su muerte mantuvo contacto por correo con su hermana Asunción que también había emigrado de Burgui, en este caso a Francia. Nunca pudo volver a su querido Burgui, aunque siempre alimentó esa esperanza, y su pueblo natal permaneció vivo y presente en sus innumerables relatos.
Su bisnieto Federico García Buhlman, junto con otros familiares, posee actualmente una planta embotelladora de agua mineral natural que comercializa bajo la marca «Burgui» desde el sur de Buenos Aires hacia la Patagonia. El nombre rememora el origen de su bisabuelo Cresencio por razones afectivas, así como por la pureza de las aguas del río Esca. Federico es también el dueño de una escudería de coches de carreras de 6 cilindradas patrocinada por la marca Burgui, llevando el nombre del pueblo de su antepasado visible en sus coches.
Las investigaciones y contactos realizados por La Kukula para la elaboración de este reportaje han permitido, caprichosa y sorprendentemente, que algunos de los descendientes de Cresencio y Víctor Labiano que ya se conocían por motivos profesionales hayan descubierto ahora que en realidad son familia.
Agradecemos a todas aquellas personas que nos han transmitido documentos, fotografías y testimonios que nos han permitido elaborar este reportaje en memoria de la familia Labiano García. Confiamos que con el paso del tiempo surjan nuevas aportaciones que nos permitan seguir conociendo su intrahistoria.
Desde La Kukula hemos tenido acceso a un curioso documento fechado en Burgui en el año 1864 en el que un tal Melchor García relata cómo se produjo el incendio de casa Nabarro (actual edificio del Hostal El Almadiero). La descripción es muy minuciosa y nos permite conocer aspectos interesantes.
Vayamos por partes. En primer lugar, parece ser que este acontecimiento fue el motivo por el que Melchor decidió empezar un libro donde anotaría este trágico episodio así como otros listados y cuentas diversas del negocio que regentaba. Comienza por lo tanto situando el día y hora del triste suceso del incendio para a continuación cuantificar en más de 1.175 duros las pérdidas de los materiales y el propio edificio. Se transcribe literalmente el texto tal y como fue escrito por Melchor García en 1864.
«Libro de Melchor Garcia que dio principio en el año de 1864 por causa de aberse yncendiado la casa la noche del siete de julio del presente año de once y media a las doce de la noche sin aber podido sacar ninguna ropa ni papel alguno ni los dineros questaban en el cajon ni los que teniai en la bolsa de los calzones, de suerte que contando los dineros y demás que abia solo en mi quarto paso y resulto la perdida pasados de doscientos duros y en toda la casa ascendió la pérdida de los ajuares a quatro cientos setenta y cinco duros, sin contar la perdida del hedificio que no se hara con quinientos duros que jamas podra olbidarse semejante desgracia».
Nos revela por lo tanto Melchor que los dineros los guardaba en un cajón de su cuarto así como en la bolsa de los calzones, y deja constancia de cuál fue la magnitud del incendio pues «jamas podra olbidarse semejante desgracia» así como la finalidad de su relato: «para que los herederos sean mas quidadosos del andar por la casa con el fuego».
Deja caer ya Melchor de forma sutil que alguien no fue lo suficientemente cuidadoso con el fuego… Y cita además a continuación que la familia entera acordó que la causa del incendio estaba clara. Veamos…
«…pongo este aquerdo que segun la relacion de la familia fue yncendiada por aberse subido la dueña Maria Josefa Zabalza la jobena a qortar tocino para cenar». Vaya, ya tenemos a la culpable del suceso. María Josefa Zabalza «lajobena«, lo cual nos hace pensar que era la moza joven de la casa…
Cuartico donde se dejaban los productos elaborados tras la matanza del cuto
Total, que la tal María Josefa se subió a cortar tocino para la cena y la lió. El relato continúa con todo detalle explicando, supuestamente, qué ocurrió:
«…y se la abria caido alguna purna de fuego de la tieda adencima de unas quantas camisicas que tenia en el quartico questaba destinado para tocinos y no para camisas, de aqui bino la desgracia».
Interesante párrafo el escrito por Melchor. Por un parte, vemos que emplea los vocablos de purna, tieda y adencima. «Purnas» son partes diminutas de alguna cosa. Aquí claramente se refiere a las pequeñas chispas que saltan del fuego. Otra acepción son también los copos muy pequeños de nieve (es habitual la expresión «se escapanpurnicas de nieve», utilizando el diminutivo para darle todavía menor tamaño a los copos). «Tieda» se refiere a la tea, astillas obtenidas de la raíz de los pinos muy ricas en resina y que se empleaban para encender el fuego o para alumbrar colocándolas sobre los tederos. Finalmente, «adencima» se trata de un curioso adverbio de lugar, equivalente a «encima».
Tea encendida colocada sobre un tedero. Fotografía cedida por Bearreguin Adoain.
Total, que una chispa de fuego de la tea cayó encima de unas camisas que había en el cuarto de los tocinos. Y no pierde ocasión Melchor para dejar constancia de que ese cuartico estaba destinado a los tocinos, y no para dejar ahí las camisas. Clara alusión a la culpable de haber dejado ahí esas ropas…
A continuación Melchor hace un detallado inventario de las existencias que albergaba dicho cuartico de los tocinos, a saber:
«… despues que tomo fuego la grasa de cinco perniles de tocino, dos saines (mantecas) enteros y tres o quatro carnizeras de sebo, quatro o cinco quesos y una porción de longanizas».
El control de Melchor sobre el género almacenado en ese cuartico era total y absoluto.
La dimensión del fuego fue tal que «tuvimos que brincar con la camisa que teniamos al hombro, los que estabamos en el segundo piso y dando gracias a Dios que salimos con salud». Interpretamos que saltaron con lo puesto, sin tiempo a recoger nada de lo existente en la casa, si bien no hubo daños personales.
Y no menos importantes que las pérdidas materiales en aquella época eran los diferentes documentos, principalmente contratos, que otorgaban las propiedades familiares por herencias, matrimonio o compra ventas. De ahí que el buen Melchor hiciera al menos y de memoria una relación de dichos documentos perdidos también como consecuencia del fuego:
«A continuacion anotare los documentos que me aquerdo que se quemaron si Dios me da la Salud y Gracia:
Contratos de Simón Urzainqui de su hesposa, no tengo presente mas antiguos
Contratos de Francisco Bronte y Maria Juana Nabarro
Contratos de Francisco Oset y Maria Francisca Bronte
Contratos de Melchor Garcia y Manuela Oset
Contratos de Melchor Garcia y Miguela Aznarez ultimos
Contratos del cambio de Nicolas Garcia y Maria Josefa Zabalza y de Mateo Zabalza y Maria Garcia, estos ultimos son del año 53 (1853) se podran sacar caso de necesidad de la Escrivania debantados por D. Cahetano Martinez Escribano del Balle».
Investigando en diferentes archivos hemos sabido que Melchor García Erlanz nació el 9 de enero de 1808, hijo de Pablo García y María Isabel Erlanz.
Se casó con su primera esposa Manuela Oset Bronte el 17 de enero de 1826 y tuvieron dos hijos, Nicolás Pablo y Pedro Miguel.
En segundas nupcias se casó el 19 de enero de 1835 con Miguela Aznárez Glaría y tuvieron varios hijos: María Josefa, Gregoria, Romualdo, Bonifacia y María Patrocinio.
Su primogénito, Nicolás García Oset, nació en 1830 y se casó el 17 de noviembre de 1853 con María Josefa Zabalza Urzainqui, la culpable del incendio de casa Navarro el 7 de julio de 1867.
Tuvieron varios hijos (Pascuala Dionisia en 1855, Francisco en 1857, Valentín en 1861, Juan en 1863 y Agustina y Bonifacia, tal vez gemelas, en 1867). Todos estarían por lo tanto en la casa en el momento del fatídico incendio de 1867.
Queda claro por lo tanto que fue su nuera, la mujer de su hijo Nicolás, la que provocó el incendio por subir a cortar tocino para la cena…
A los 14 años de edad, siendo todavía un niño que corría por las empedradas calles de Burgui, mis padres me embarcaron hacia Chile. Así fue como, de repente, tuve que abandonar el pueblo que me vio nacer y en el que transcurrieron los años felices de mi infancia.
Mi padre era Pedro Angel Glaría Aisa, de casa Zarrajero, y mi madre Josefa Mainz Marracos, de casa Juan Babil. Y en casa éramos ochos hermanos: Santiago, Félix, Antonia, Encarca, Isidro, Policarpo, Pilar y, servidor, Benito. Benito Glaría Mainz, nacido en Burgui un 12 de enero del año 1908.
Familia Glaría Mainz hacia 1918 en Burgui. De izquierda a derecha: Benito, Isidro, Josefa con Encarna en brazos, Santiago y delante Policarpo, Pedro Angel con Félix entre sus rodillas y Antonia.
Mi tío materno, José María, ya había emigrado unos años antes a Chile, donde se casó con Tomasa Amiama, natural de Oñate. Una vez jubilados regresaron a Burgui y se construyeron una casita, a la que bautizaron como “Gure Txoko”, en la que disfrutar del merecido descanso. Fue en uno de los viajes que hicieron a Chile para gestionar rentas pendientes cuando yo viajé con ellos, siendo el año 1922. Aunque ellos vivían en Santiago de Chile yo me instalé en la ciudad de Concepción, donde empecé a trabajar como empleado de un tal Don Pablo Pablo.
Dicen que uno es de donde pace, no de donde nace. Pero yo siempre tuve a mi Burgui querido tanto en el pensamiento como en el corazón. Y no fue hasta 1935, transcurridos ya 13 años, cuando regresé por primera vez a Burgui avisado del grave estado de salud de mi padre.
Contaba ya con 27 años de edad y a pesar de la larga travesía en barco llegué a tiempo de despedirme del padre en sus últimos momentos de la vida. Fue entonces cuando conocí a Manuela. Manuela había nacido en Bariloche, Argentina, un 17 de junio de 1915 pues sus padres León Bronte -de casa Ganare- y Mª Francisca Mainz -natural de Urzainqui- habían emigrado a Argentina desde Burgui. Tras quedar viuda, madre e hija regresaron a Burgui, contando Manuela con tan solo año y medio de edad. Mª Francisca -que venía en cinta de su segunda hija- se casó con su cuñado Angel y tuvieron otros cinco hijos más en Burgui.
Manuela y yo nos conocimos por primera vez en 1935, ella tenía 20 años y yo 27. Ese mismo año nos casamos en Burgui y emprendimos viaje de vuelta hacia Chile. Mis hermanos Isidro y Policarpo también estaban allá, yo les había hecho llamar unos años antes. Isidro en un viaje a Burgui conoció a Carmen, hija de Pedro Baines, se casaron y viajaron a Chile. Poli sin embargo se casó en Concepción con Milagros Bengoechea, natural de Lekeitio.
En mi matrimonio con Manuela tuvimos cinco hijos: José Angel (que falleció a los 18 años), Tomás, Marianela, Benito y Amaya.
Familia Glaría Bronte en Concepción, Chile, en 1955. Detrás, Tomás, Marianela, Amaya y Benito. Delante, José, Manuela y Benito.
Mi talante emprendedor y aventurero siempre me mantuvo ocupado -y algo preocupado- pero con iniciativa, riesgo y decisión emprendí diversos proyectos y negocios a lo largo de mi vida. Primeramente, junto con mis hermanos Isidro y Policarpo, fundé un negocio textil para la venta de telas a modistas en la ciudad de Concepción al que llamamos “La Puerta del Sol”, en clara alusión a nuestro país de origen del que tanta distancia nos separaba.
En el año 1939 tuvo lugar un fuerte terremoto en Concepción, pero no supuso daños materiales ni personales a nuestra familia puesto que residíamos en Chiguayante, a unos 15 kilómetros, por ser el clima más benigno para la delicada salud de José Angel.
Abandoné al tiempo el negocio familiar y nos trasladamos a Santiago de Chile donde abrí una nueva tienda para venta de telas, “La Navarra”. El recuerdo de mi tierra era constante y una forma de tenerla más cerca era recordarla continuamente con el nombre de la tienda. El negocio prosperó y pronto acabó convertido en una fábrica de sedas a las afueras de la ciudad.
Sin embargo, en el año 1948 decidimos venir toda la familia a España -con los hijos ya entre los 8 y los 10 años- y nos asentamos en Pamplona. Intenté crear varios negocios pero debido al gran capital necesario y a la difícil situación de la postguerra decidí regresar a Chile, donde descubrí el engaño de mi apoderado de confianza al que había dejado al cargo de la gestión de las rentas del negocio.
Vuelta a empezar de nuevo, esta vez como empleado en el negocio “La Puerta del Sol” que seguían regentando mis hermanos Isidro y Policarpo. Mientras tanto, poco a poco, fui montando unas máquinas para tejer en el propio garaje de mi vivienda y en el año 1951 toda la familia se trasladó de nuevo de vuelta desde Pamplona hasta Concepción.
El negocio de las tejedoras funcionaba, y después de comprar un par de máquinas de tejer inglesa y suiza y alquilar un local para la producción, empezamos a comercializar prendas por todo Chile contando ya con varios distribuidores. Principalmente se confeccionaban jerseys y chombas, chaquetas. Además de toda la familia, llegamos a tener unos 50 empleados. A este nuevo negocio le llamé “Tejidos Iruña” y su escudo era el mismo que el de Osasuna pero con mis propias iniciales, B – G – M . La familia al completo atendía el negocio en las tareas de fábrica, tienda, descarga de lana, máquinas tejedoras y ojaladoras. Un pequeño gran imperio.
El recuerdo de mi pueblo, Burgui, siempre estuvo presente en mi casa, en mi familia y en mi corazón. Tal es así que, a partir de una fotografía con la imagen de su bello puente, encargué a un reconocido pintor de Chile un óleo con dicha vista que decoraba el salón de nuestra casa. El cuadro regresará a España en mi último viaje, resultando algo dañado por el agua del barco.
Marianela con traje de roncalesa posando en Chile con cuadro de Burgui
En el fatídico año de 1960 tuvo lugar en Concepción el mayor terremoto registrado por los sismógrafos en la historia causando más de 3.000 muertos y desaparecidos, así como cuantiosos daños materiales en viviendas e infraestructuras. Fueron en realidad una sucesión de tres seísmos que ocurrieron entre el 21 y el 22 de mayo en la zona centro-sur de Chile. Nuestra familia, a Dios gracias, no tuvo que soportar pérdidas humanas ni materiales.
Al año siguiente mi hijo Benito acudió a Suiza a formarse en el funcionamiento de maquinaria textil y al pasar por España para saludar a la familia decidió asentarse aquí, animándonos al resto de la familia a regresar desde Chile. Acudí al poco tiempo a comprar unas máquinas de tejer en Barcelona y decidí mandarlas a Pamplona, adquiriendo para ello un local situado en el Paseo de Sarasate que posteriormente será el inicio de un nuevo negocio, “Confecciones Chile”. Regresé de nuevo a Chile y, poco a poco, toda la familia empiezó su regreso a España.
En el año 1962 vino Tomás; en mayo de 1963 regresaron Marianela y Amaya; y en octubre de ese mismo año volvimos Manuela y yo. Un poco antes había venido también mi tía Tomasa Amiamo, con setenta y pico años y ya viuda de José María Mainz, que vivía con nosotros y a quienes mis hijos le llamaban cariñosamente abuelita por haberse criado con ella. Así pues, toda la familia nos encontramos ya reunida y asentada en Pamplona, con visitas ocasionales a nuestra casa oriunda en Burgui, casa Zarrajero, donde visitábamos a nuestros familiares. Con el tiempo nos hicimos una casa familiar en el pueblo, la que se conoció como “Los chilenos”.
Bolsa publicitaria de las tiendas Chile
El negocio del Paseo de Sarasate, Confecciones Chile, se encontraba funcionando como tienda a pleno rendimiento y se construyó un pabellón en Cizur Mayor para fábrica de jerseys. Con el paso del tiempo debido a la mayor rentabilidad que aportaba comprar género ya confeccionado se decidió cerrar la fábrica y centrar todo el esfuerzo en la venta directa en tienda y en mercados. Se amplió la tienda con otro local contiguo y comenzó un proceso de expansión abriendo nuevos locales en la calle Mercaderes, en Martín Azpilicueta y en Burlada. Incluso, durante un breve periodo de tiempo, llegamos a tener dos tiendas en Barcelona.
Muchos recordaréis el eslogan publicitario de las tiendas con el famoso estribillo de la canción de Albert Hammond, “Me voy pa’ Chile, caminando, caminando”. En este enlace puedes escucharlo:
Y así transcurrió la vida de Benito, de Burgui a Chile, de Chile a Burgui, hasta un 5 de agosto del año 1999 en el que falleció a los 91 años de edad en Pamplona después de una vida de esfuerzos, contratiempos, aventuras y desventuras, y que ahora desde La Kukula hemos querido rescatar del olvido, al menos un poquito, en homenaje y reconocimiento a su persona. Nuestro agradecimiento a sus familiares, especialmente a Tomás, Marianela, Benito y Amaya, por su inestimable colaboración y cariñosa acogida.
Con motivo de la investigación llevada a cabo en el Archivo del Ayuntamiento de Burgui se ha conseguido recabar el proceso de edificación de algunos de los actuales pajares existentes en el paraje conocido habitualmente como Sitxea, antes Izabarroba.
En sesión celebrada el 3 de noviembre de 1918, el vecino Nazario Labiano solicitó un terreno para la construcción de un pajar en el término de Izabarroba. El ayuntamiento, habida cuenta de que poseía en dicho paraje “un buen trozo de terreno”, acordó solicitar autorización a Diputación para que “pueda enajenar cuantas parcelas se soliciten con destino exclusivamente para edificaciones por cuanto dicho terreno ni da ni puede dar otros productos al municipio”.
Es así como, una vez obtenida la autorización para la venta de 800 metros cuadrados de terreno comunal en este paraje, se fijó “la subasta con lugar a sexta para el día 7 de octubre de 1919”, estableciendo “diez parcelas de 80 metros cuadrados cada una”, indicando que “el vuelo que se dé a las cubiertas para el goteraje no podrá salir del terreno comprado y que las puertas y luces que quieran darse a los edificios tendrán que ser necesariamente a la parte Este y Oeste de los mismos”
En el Depósito de Cuentas del año 1920 figuran anotados cinco ingresos a razón de 93 pesetas con 75 céntimos cada uno por “importes de una parcela comprada al ayuntamiento en Izabarroba” satisfechos por Nazario Labiano, José Urzainqui, José Tolosana, Juan Zamarguilea y Ciriaco Gárate. Curiosamente se observa que de las diez parcelas sacadas a subasta tan solo la mitad de ellas son demandadas por vecinos, y los dos últimos ni siquiera llegarán a edificar un pajar.
Sabemos que a fecha 7 de marzo de 1920 algunas de estas edificaciones se encontraban ya en construcción puesto que en acta de sesión “se acuerda requerir a los propietarios de las parcelas de Izabarroa para que se abstengan de depositar tierras fuera de su propiedad y menos en el camino público y que inmediatamente quiten las que hayan colocado”.
En la fotografía superior del año 1929 se observan ya construidos tres pajares -cuyas parcelas son las subastadas en 1919- así como el camino público que se menciona anteriormente. Se trata del Camino Real que comunicaba con Salvatierra de Esca, y que en esa zona era apenas una estrecha senda. A destacar que los actuales pajares de Lupercio y de Zarrajero se encontraban ya edificados con anterioridad a esta subasta de parcelas, siendo por lo tanto los más antiguos de todos los existentes y fecha desconocida.
Para concretar el origen de las siguientes edificaciones que se llevaron a cabo hay que remontarse al acta de la sesión celebrada con fecha 18 de febrero de 1934, en la que “Marcos Ezquer y Francisca Lorente solicitan que se les adjudiquen 150 y 100 metros cuadrados de terreno en el paraje denominado Izabarroba por serles necesario para edificar sobre dichos terrenos”.
Curiosamente, Francisca Lorente era la mujer de José Urzainqui, quien ya adquirió una parcela en 1919, por lo que es de suponer que esta petición sería para una ampliación del pajar que ya tenían construido, ya que en las condiciones de la subasta se dice que la parcela “linda al norte con pajar de Francisca Lorente”.
Con fecha 4 de marzo de 1934 se celebra esta nueva subasta de terrenos. La primera parcela fue adquirida por José Francisco Lorente -quien unos meses más tarde la cede en donación a su yerno Marcos Ezquer- y la segunda por Francisca Lorente, quien tenía así la posibilidad de ampliar el edificio construido en la parcela que le fue adjudicada a su marido en 1919.
Posteriormente, en sesión del 16 de septiembre de 1934 el vecino Marcos Ezquer -quien ya disponía de la parcela anterior donada por su suegro José Francisco Lorente- solicita se le adjudiquen 50 metros cuadrados de terreno en el mismo paraje, si bien no se ha localizado el acta de dicha subasta, por lo que se desconoce si llegó a ampliar o no la parcela inicial.
Resumiendo, en los años 1919 y 1920 se construyeron tres de los actuales pajares a iniciativa de Nazario Labiano, José Urzainqui y José Tolosana. A partir del año 1934 se edifica otro por parte de Marcos Ezquer y se amplía el de José Urzainqui. Y hay otros dos pajares cuyo origen es anterior y al menos del de Lupercio se tiene constancia de su edificación inicial por la siguiente fotografía de finales del siglo XIX o inicios del XX.
Si las fiestas patronales de Burgui son en honor a San Pedro cuya festividad es el 29 de junio…, ¿por qué la procesión es al día siguiente y con la figura del Sagrado Corazón de Jesús…?
Procesión en fiestas de San Pedro. Burgui, 2017
Vamos a tratar de dar respuesta a esta incógnita. Como primer argumento se podría decir que la figura de San Pedro que existe en la Iglesia de Burgui es imposible de mover. Se encuentra colocada en el retablo principal a varios metros de altura y además sus dimensiones y peso impedirían su traslado. Cierto es que en los últimos años se ha conseguido una pequeña figura del santo -llamada con cariño «San Pedrito»- que sí que se saca en la procesión del día 30…
Sin embargo, la explicación es otra. Tradicionalmente la Iglesia Católica tiene dedicado el mes de mayo a la Virgen y el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús. Antiguamente, el mes dedicado a la Virgen se despedía el último día -el 31- con la celebración solemne de un Rosario de la Aurora y el mes de junio se despedía -el 30- con una procesión con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
Ocurre que actualmente esta última costumbre ha desaparecido en la mayor parte de los pueblos y únicamente en aquellas localidades como es el caso de Burgui donde el patrón es San Pedro el 29 de junio, se sigue celebrando esta procesión del último día del mes de junio -el 30- para dar más realce a ambas solemnidades en un acto conjunto.
En la vecina localidad de Vidángoz, cuyas fiestas patronales hasta los años 70 se celebran en honor a San Pedro, también se procesionaba al Sagrado Corazón de Jesús. Una vez trasladadas sus fiestas a San Agustín (28 de agosto) dejó de celebrarse y desapareció la costumbre de esta procesión.
Y este es el motivo por el que en las fiestas de Burgui es el Sagrado Corazón de Jesús, acompañado últimamente por «San Pedrito», quien históricamente ha recorrido nuestras calles acompañado de parejas ataviadas con el traje roncalés al ritmo de la orquesta o la fanfarre que después ameniza el lunch ofrecido por el Ayuntamiento a los vecinos del pueblo.
A veces asociamos en nuestro subconsciente que determinadas piezas o elementos son ajenos a nuestra cultura, que no son cosas de aquí. Un ejemplo muy claro de esto son las castañuelas, o “pitos”. Y eso es un error. Se sorprenderá más de uno al saber que en el Pirineo las castañuelas, y su uso, eran más comunes y habituales de lo que se cree. Y el valle del Roncal no era ajeno a este sonoro elemento.
Hoy traemos hasta aquí la imagen de unas castañuelas de Isaba, talladas en madera de boj, con las iniciales de P.A. (Pedro Anaut).
Pero sépase que en Burgui nos recuerda Pablo Tolosana Turrillas, ya nonagenario, que tocaba “pitos” de piedra, que eran las castañuelas más populares, accesibles a todo el mundo. Pensaban algunos que las de madera solo eran usadas en las familias pudientes.
En las entrevistas etnográficas realizadas en los valles de Roncal y de Salazar algunas personas han puntualizado que los «pitos» (nombre popular de las castañuelas) eran muy habituales hasta antes de la guerra, pero que no eran las familias pudientes las que usaban de madera, sino las familias ganaderas, pues eran piezas que formaban parte de la artesanía pastoril. No valía cualquier madera para hacerlas (normalmente eran de boj y de castaño), y el secreto estaba en saber sacarles un buen sonido.
En el Pirineo aragonés se han llegado a recoger varias parejas de castañuelas («pitos» o «pulgaretas»), que se conservan en el Museo del Serrablo (Sabiñánigo). La mayoría de las que se conservan en Sabiñánigo son bastante más modernas que las que mostramos en esta foto.
Este tipo de instrumentos son lo que en el Alto Aragón denominaban «castañuelas de pulgar» o «pulgaretas», más pequeñas que las «castañuelas de dance», en las que se empleaban todos los dedos. Es muy probable que en el Roncal tuviesen la misma denominación, si bien, Bernardo Estornés recoge en nuestro valle el nombre de «castañeta», y también «pito», «klisket» y «fordela».
El mes de febrero comienza con una serie de santorales y celebraciones que, en tiempos pasados, estaban muy presentes en nuestro pueblo por su carácter religioso y que sin embargo hoy en día pasan totalmente desapercibidas. Son las siguientes:
2 de febrero, celebración de la Candelaria:
La fiesta de la Candelaria, también llamada de la Luz, tuvo su origen en la antigua Roma donde la procesión de las candelas formaba parte de la fiesta de las «lupercales».
Las «lupercales» eran unas celebraciones cuyo nombre deriva de <lupus> (lobo) e <hircus> (macho cabrío). Una congregación especial de jóvenes, los Lupercos o Luperci, se iniciaban en la edad adulta durante un tiempo sagrado y transitorio en el que se comportaban como lobos humanos. Finalizaban este periodo con una procesión carnavalesca que acompañaban de candelas, y cuyos gritos, cantos y bailes llegaban a ser obscenos.
Con el paso del tiempo la Iglesia prohibió y condenó, en el año 494, la celebración pagana de las «lupercales». Quiso cristianizar esta festividad y la sustituyó por la fiesta de la Purificación, que se celebraría el 2 de febrero con la procesión de las candelas. Y es que, precisamente, el 2 de febrero se cumplen 40 días desde el 25 de diciembre, fecha del nacimiento de Jesús.
En Burgui, el 2 de febrero, y como reminiscencia de esta celebración de la Candelaria, se llevaban las velas a bendecir a la Iglesia.
3 de febrero, festividad de San Blas:
Era costumbre en Burgui acudir a la Iglesia para bendecir alimentos, caramelos para la garganta y sal para los animales.
Hubo también en Burgui una ermita dedicada a San Blas y que estaba en el mismo pueblo. Sobre su solar se construyó lo que después fue la Casa del Maestro, en la calle La Peña, entre lo que hoy es la casa Calero y la casa nueva del Maestro.
5 de febrero, festividad de Santa Águeda:
En Burgui se elaboraban roscos este día y cada familia llevaba a bendecir el suyo a la iglesia. Existía también una costumbre muy curiosa, y era que siempre un pedazo de ese rosco se introducía en los arcones roperos y en los armarios para preservar a la casa de los incendios y a las ropas de los efectos de la polilla.
Sin embargo siglos atrás el día de Santa Águeda era un día muy especial en nuestro pueblo. Hace 404 años exactamente (en 1613) hubo en Burgui un conflicto social que tenía su origen en la discriminación que en aquellos años sufrían los agotes, no solo en Burgui, sino en todo el Pirineo navarro. Aquél conflicto derivó en un proceso judicial, y en consecuencia generó una documentación basada en declaraciones de testigos, dictámenes y sentencias, que hoy nos sirven para conocer con cierto detalle cómo pensaban, actuaban y vivían nuestros antepasados.
Y gracias precisamente a este proceso ha llegado hasta nuestros días el conocimiento de que el día de Santa Águeda era costumbre en nuestro pueblo juntarse en la iglesia en un momento determinado al menos un vecino de cada casa. Delante del abad cada cabeza de familia introducía la llave de su casa en un zakuto; en aquel tiempo las llaves llevaban un cordel con una tablilla colgando en la que iba tallada alguna inscripción identificativa de la casa cuya puerta abría esa llave.
Una vez que todos habían introducido su llave, se revolvían estas, y se procedía en sentido inverso. Uno a uno, cada cabeza de familia metía la mano y sacaba una llave, de tal forma que se iban emparejando familias, familias que ese día se iban a reunir para comer juntos. A veces no todos los emparejados se llevaban bien, pero no se podía ir contra el destino, así que ese día tocaba convivir con quien te hubiese tocado.
Y el conflicto vino cuando los vecinos se negaron a que en ese zakuto pudiesen meter su llave los agotes, hecho este que fue contestado por el abad, que apelaba a la caridad cristiana. Y ese tira y afloja generó los papeles notariales que hoy nos permiten conocer, y dar a conocer, aquella tradición.
Cuatro siglos después aparentemente de aquella etnia marginada tan solo queda el conocimiento de su existencia. Sin embargo… la mezcla de apellidos que hoy vemos en nuestras familias, nos dicen que el espíritu cristiano de aquél abad felizmente se impuso.
Nací en Burgui el 6 de agosto del año 1907, a la una de la madrugada, hijo de Ubescenlao Domínguez, de Burgui, y de Venancia Pascualena, de Ochagavía.
Mis abuelos paternos fueron Felipe Domínguez y Mª Paula Zabalza, los dos de Burgui. Y los abuelos maternos José Pascualena y Agustina Larrat, ambos de Ochagavía.
Me crié en la casa llamada del Hojalatero, aprendiendo los mismos oficios que mi padre, barbero y hojalatero, aunque también trabajé ocasionalmente en tareas de la madera. Por mi inquietud personal, colaboré todo lo que pude por el progreso del pueblo. Con ayuda de otros compañeros, promovimos la plantación de los pinos en Sitxea, dando trabajo a muchas personas.
Cuadrilla de Burgui, antes de estallar la Guerra Civil. En rojo, Justo.
Al estallar la Guerra Civil en 1936, y por ser republicano convencido, el entonces alcalde de Burgui, Lorenzo Baines, nos alertó del peligro de nuestra detención a varios vecinos del pueblo, por lo que tuvimos que huir a Francia, de noche, por el monte, sin culpa. Dejando atrás nuestra vida, nuestro trabajo, nuestros seres más queridos.
Estuvimos varios días escondidos en el abetal de Basari y nos unimos días más tarde a unos de Ansó. Juntos íbamos hacia Jaca cuando nos topamos con un camión de requetés, manteniendo un tiroteo con las únicas dos escopetas que portaban los de Ansó. En el enfrentamiento, a un tal Culeron de Ansó le dieron un tiro en las nalgas.
Salimos corriendo como pudimos y nos refugiamos durante unos días en Sasi. Se decidió mandar a Burgui a Saturio, de casa Moreno, para ver cómo estaba el panorama. A Saturio pronto lo detuvieron varios vecinos de Burgui, aunque tuvo suerte y no le hicieron nada. En vista de que no volvía el mensajero, y ante la incertidumbre por la falta de noticias, decidimos emprender el exilio hacia Francia, entrando por Cataluña.
En Francia fui hecho prisionero en 1940 por las tropas alemanas, en la II Guerra Mundial, siendo deportado al campo nazi de concentración de Mauthausen en Austria. Fui liberado tras finalizar la II Guerra Mundial, un 5 de mayo de 1945. Siendo un hombre fuerte, salí del campo nazi con 44 kilos de peso. No puedo describir el horror y la crueldad a la que puede llegar el ser humano en guerra.
Residí durante varios años en París, en el Hotel Ballet. En una ocasión un grupo de antiguos exiliados a Francia nos acercamos a la muga en Belagua, donde pudimos reencontrarnos con nuestras familias de Burgui. Ese día acudió mi hermano Fernando, a quien pude volver a abrazar. Nunca más volví a estar tan cerca de mi pueblo que tuve que abandonar en 1936.
Encuentro de exiliados con sus familiares en la muga cerca de Belagua. En rojo, Justo, y detrás de él, su hermano Fernando.
En 1948 embarqué en Marsella en el barco llamado Florida rumbo a Argentina, donde ya vivían mi hermana Genoveva, casada con Francisco Elizalde, también de Burgui, de casa Carpintero.
Llegué un 30 de diciembre de 1948 contando con 41 años de edad.
Me casé por poderes con Amparo Garate Orduna, también de Burgui, de casa Balbutxarra, quien llegó a Argentina poco más tarde. Y allí residimos junto con Genoveva y Francisco, y sus hijos.
Ya en Argentina, Justo con su mujer Amparo (agachada, a la derecha), viviendo con su hermana Genoveva, su marido e hijos.
Ejercí la profesión que aprendí en Burgui con mi padre, peluquero, y fallecí en General Roca, provincia de Río Negro (Argentina) el 5 de marzo de 1977, sin hijos y con 70 años de edad.
Esta es, resumida, la vida de Justo Domínguez Pascualena, con sus aventuras y desventuras. Otro vecino de Burgui, Dalmacio Lacasta Glaría, también fue deportado el 24 de mayo de 1944 al campo de concentración de Neuengamme, en Alemania.
Desde el Colectivo Cultural La Kukula hemos querido rescatar sus nombres del olvido y del anonimato para, al menos, reconocer el sacrificio, el sufrimiento y la angustia que tuvieron que vivir por huir de una guerra civil, abandonando sus seres más queridos, y acabar siendo presos de una guerra mundial, por el único delito de ser trabajadores con una ideología republicana. Las guerras civiles no enfrentan a países, sino a vecinos, familias e incluso amigos.
Nota: la información referida de Justo Domínguez Pascualena es verídica y ha sido obtenida de diferentes fuentes y testimonios. En caso de disponer de datos adicionales, contacta por favor con nosotros a través del email info@lakukula.com Muchas gracias.
El texto presentado a continuación trata de varias partidas de madera de los reservos del valle en Burgui y está basado en documento cedido por Ezequiel Lus.
Antes que nada, ¿qué es un reservo ? Un trozo de bosque que la Junta del Valle de Roncal se “reservaba” para sus gastos. Los reservos -en Burgui aún hay muchos aunque de poca extensión- existen en todos los pueblos del valle. Se encuentran en cualquier pinar, como pequeñas islas, entre las propiedades que los vecinos del lugar tienen en ese paraje.
Pues bien, el 14 de noviembre de 1764 se marcaron pequeños lotes de madera en varios reservos de Burgui y se dio preferencia de explotarlos a los vecinos mugantes con cada uno de dichos reservos.
Ofrecemos casi al pie de la letra este documento. En él aparecen los nombres de los beneficiarios y los de algunos lugares y términos de Burgui en 1764. A una con el texto, se van dando algunas explicaciones para la mejor comprensión del mismo.
En la villa de Burgui a 14 de noviembre de 1764los señores Fco. Calvo, alcalde de la villa de Burgui, Lorenzo Amigot, vecino de Roncal, Ramón Glaría, alcalde de esta misma… y Juan José Alcazaba, regidor tesorero y todos diputados de Junta del valle y comisionados suyos (se sobreentiende ‘se reunieron’) para ajustar los pinares contenidos en el monte común, término de esta villa con las personas que han suplicado y conseguido gracia para poder hacer cortes de ventas, juntos y congregados sus mercedes, precedente registro de vista ocular que han hecho de todas las partidas respectivas a los pretendientes infraescritos en la forma y manera siguiente:
1) Primeramente con Domingo Gárate y Urbano Andueza, vecinos de esta villa, en el pinar sito en el término de Chelage (¿Selache?) en paraje de sitio privativo de la casa de dicho Gárate a 27 maravedís por pie. (Pie significaba un árbol, un pino. Cuando el precio es en maravedís, hay que entender que se trata del precio de cada árbol o pie; 4 maravedís = 1 real).
2) Con Juan La Iglesia y dicho Andueza un pinar de Iglesia sito en la solana de Capalena por 87 reales a monte muerto y a una mano. (A monte muerto y a una mano quiere decir que se podía aprovechar toda la madera que hubiera en ese reservo, ‘a mata rasa’. 87 reales era una cantidad considerable)
Con León Glaría en sus propiedades sitas en Arandari Alto, en 31 reales.
Con Esteban Sanz en dos flocadillas -la ‘flocada’, que aún se utiliza, es un conjunto o ramo de árboles- de pinares, sitos en los términos de Odieta y Altorgorría a una mano por 50 reales.
Con Antonio Artica y consortes en el paco entrada en el paco de Ugañay llamado el de Galindo también a una mano por 80 reales.
Con Juan Miguel Sanz mayor de edad en Capalena a una mano por 20 reales.
Con Vicente Alcazaba un pinar suyo sito en Ibarbelza en el paco que está sobre los sitios de Garcés en 60 reales.
Con Fco. Glaría en el paco de Donetomo a 32 maravedís (el pie).
Con Francisco Pérez y Juan Miguel Sanz menor en paraje común del paco de Arandari a 27 maravedís.
Con Pedro Martín Rodrigo en el término llamado Pintano frente a campos que Josepf Pérez tiene en el barranco por la parte del paco y paraje mismo en que traficó madera este invierno último, a 14 maravedís.
Con Antonio Ayerra en el término de Arandari bajo en sitios de su casa a 8 maravedís.
Con Fco. Pérez y Josepf Alcazaba en el paco de Arandari Alto un pinarcillo paraje común por 24 reales.
Con Pedro Tomás Lorea en Gaztateña a 24 maravedís.
Con Pedro José Uztárroz en sitios suyos del paco de Donetomo a 24 maravedís.
Con Domingo Baynes en sitio suyo del término de Chelage por 16 reales a una mano por unos maderos hechos en pinos pasados de fuego en una rotura. Tal rotura e incendio se llevaba a cabo para crear una artiga, un nuevo campo, porque se sembraba mucho en extensión.
Con Fco Urzainqui suyo de su casa sito en el término de Cusculieta frente a Nra. Señora del Camino a una mano por 60 reales.
Con la obligación de acudir con sus respectivas debidas porciones a la persona que tuviese comisión de dicho valle para su cobranza… y de avisar para hacer los conteos cada uno de ellos a los mismos señores diputados antes de que se remuevan de sus pies, excepto los que tienen hechos o fuesse de una mano; a dos pesos por cada porcionista… En esto convinieron todos los arriba nombrados por ambas partes, siendo testigos los unos por los otros y que firmaron como sigue…
Poco o mucho, pero había que pagar lo acordado a los representantes de la Junta del valle del Roncal.
Y ¡cuidado con talar algún árbol además de los marcados!. Eso era robar. Si en la revisión después de la tala aparecían algunas zocas, además de las marcadas, sanción al canto. Ante todo formalidad.
Los sonidos, los olores y los sabores del verano. El río, la plaza, las eras, la iglesia y el barrio. Los juegos y las risas. Las reuniones familiares, las aventuras con los primos y los viajes con los tíos al monte o a los pueblos vecinos. Todo eso y mucho más, difícil de definir, era la casa de los abuelos en verano. En el gran portalón de madera, que da entrada a la casa, nos columpiábamos a menudo. Nos gustaba hacerlo, especialmente, las tardes de tormenta. Esas tormentas de verano en las que hay un olor especial a tierra mojada. Allí estábamos protegidos. El arca de la entrada nos servía para colocar nuestros juguetes: tabas, botes, cromos, palos….. A última hora la puerta se abría de par en par para que entraran las caballerías que habían estado trabajando en el campo.
Al fondo estaba la cuadra. Se llegaba hasta allí por un suelo de piedras redondeadas en el que sonaban las pisadas de los animales. Era el momento en que toda la casa se llenaba de voces y risas. Se contaban anécdotas de la jornada y a nosotros nos gustaba estar allí. A la derecha de la puerta de entrada estaba el granero. Arcas con pienso, trigo, cedazos, romanas y antiguos utensilios -artesas- donde se amasaba pan. Todo en perfecto orden. A través de las escaleras de madera llegábamos al primer piso. La cocina era el lugar de reunión, amplia, espaciosa. El abuelo, sentado, con su bastón cerca, llamándonos. La abuela organizando la comida. Los padres y tíos hablando y bajando la voz cuando no querían que nos enterásemos de algo. Allí se hablaba y se reía mucho, mucho. Al lado, la recocina. Grandes pucheros sobre el fuego durante toda la mañana. Se cocinaba para la familia y los trabajadores. Todo un mundo de olores, sabores y sonidos. Y junto a la cocina, el comedor en el que comían los hombres. Las mujeres y los más pequeños en la cocina. Eso los días laborables. Los festivos comíamos todos juntos. También en el primer piso, el “cuarto de los tocinos” donde se guardaba todo tipo de alimentos. Era una despensa donde había jamones, longanizas, quesos….. y los aromas de los postres que cocinaba la abuela. Se nos hacía la boca agua. Enfrente de ese cuarto estaba la habitación de los abuelos. Sus camas, armario y mesillas nos llamaban la atención. Las camas tenían unos cisnes de largo cuello tallados en las cabeceras. Más escaleras de madera hasta el segundo piso. Había habitaciones para todos. Después de comer nos mandaban a la siesta. Bajábamos con mucho cuidado para que no nos oyeran. Nos pescaban casi siempre. En la entrada contábamos historias. Procurábamos hacerlo en voz baja para no molestar a los mayores. En esa hora el sol pegaba con fuerza y la casa permanecía quieta, en silencio. De una de las habitaciones se salía a un balcón. La abuela se sentaba a ratos allí y se quedaba muy quieta. Seguramente para descansar del ajetreo de la casa. Nos intrigaba qué hacía tan callada. En el balcón poníamos a secar las pipas de melón. Todavía había un último piso “el sabayao” cuyo techo era el tejado de la casa. Y más alimentos: frutas extendidas, productos de la huerta, nueces….. En aquella casa había comida por todas partes. La casa de los abuelos era nuestro universo en esa época, dulce y cálido. Encerraba todo lo importante para nosotros. Nos sentíamos seguros y felices. Un día de septiembre, tras un verano estupendo, inesperadamente, el abuelo se fue para siempre. Ni la casa, ni el verano, volvieron a ser nunca lo mismo.
Relato facilitado por Marian Marco, recuerdos de su infancia en Burgui.