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Justo Domínguez Pascualena nació en Burgui el día 7 de agosto de 1907, hijo de Ubenceslao Domínguez, de Burgui, de profesión hojalatero y barbero, y de Venancia Pascualena, de Ochagavía, residiendo en la denominada casa el Hojalatero.
Al estallar la guerra civil en 1936, y por lo tanto con 29 años, es de suponer que combatió en el bando republicano y que en algún momento fue hecho prisionero o huyó a Francia con la misma suerte.
Fue deportado al campo de concentración de Mauthausen en Austria, siendo liberado el 5 de mayo de 1945. Por cierto, no fue el único vecino de Burgui en un campo de concentración nazi: Dalmacio Lacasta, nacido en Burgui el 24 de septiembre de 1915 fue deportado el 24 de mayo de 1944 al campo alemán de Neuengamme.
En el año 1946, Justo Domínguez con 39 años y soltero, figura exiliado en Francia, con residencia habitual en el Hotel Ballet, 165 Rue Vaugirard de París (Fuente: fondo Rufino García Larrache. Censo de refugiados vascos en el exilio) y perteneciendo a la organización CNT.
Llegó a Argentina en el barco Florida el 30 de diciembre de 1948, habiendo embarcado en Marsella y declaró de profesión peluquero, como su padre. Se sabe que falleció en Bahía Blanca (Buenos Aires) el 5 de marzo de 1977.
Hasta aquí la información obtenida sobre este peculiar vecino de Burgui. Agradeceremos cualquier otro dato que complete su historia.
- Fundidas en Pamplona por José Marcout, grande y pequeña, se aprovechó el metal de dos anteriores
- El precio total del bronce fue de 2.042,5 reales de vellón y la manufactura costó 61 ducados
- Su peso conjunto era de 61 arrobas y 25 libras, frente a las 39 arrobas de las campanas viejas
La ‘Relación’ del valle de Roncal del año 1817, donde se recogen los principales acontecimientos ocurridos en la Guerra de la Independencia (1808-14), reseña el dato de que durante el incendio de Burgui (28 agosto de 1809) el fuego provocó la caída de las campanas en la torre de la parroquia de San Pedro. Hoy en día es observable desde la plaza de la Villa cómo las hiladas superiores del campanario se rehicieron con cantos rodados sacados del lecho del río Esca.
Un proceso unos años anterior del Archivo Diocesano de Pamplona relata cómo aquellas campanas que acabaron maltrechas en la Francesada llevaban 19 años repicado. Eran dos, llamadas por sus tamaños ‘grande’ y ’pequeña’, y comenzaron a tañerse en 1790. Su artífice fue el campanero pamplonés José Marcout y valían a peso 2.042,5 reales de vellón en total, con el metal original de las dos campanas viejas vueltas a fundir más el nuevo bronce añadido. Por la mano de obra el coste fue de otros 61 ducados y un tercio. La falta de liquidez de la parroquia de Burgui, que había entendido en la negociación verbal disponer de dos años para pagarlas, dio lugar a la reclamación del campanero.
Así, Nicolás Munárriz, procurador de José Marcout, advirtiendo de la pena de excomunión mayor y otorgando un término de quince días, solicitaba ante el Tribunal diocesano que a su representado se le pagaran los 2.042,5 reales que importó el metal ya que tuvo que poner bronce de más en la fundición de las campanas para aquella parroquia, de cuya suma debían deducirse 336 reales de vellón y 28 maravedís por el metal de las dos campanas viejas reaprovechadas, quedando consiguientemente un saldo deudor de 1.705 reales y 26 maravedíes. Además tenía que cobrar los otros 61 ducados más un tercio correspondientes a la mano de obra.
En poder del administrador y primiciero secular de Burgui, Francisco José Sanz, solo había disponibles 1.703 reales de vellón, cuando el mismo patronato para facilitar la licencia de la fundición había manifestado que las rentas eclesiásticas contaban con un remanente de 5.000 reales sobrantes, que luego no estuvieron disponibles porque se dedicaron a pagar otras deudas. La causa pasó a manos del provisor y vicario general de la diócesis Juan Pascual de Churruca, durante el mandato del obispo Esteban Antonio Aguado de Rojas.
Por los datos contenidos en el proceso diocesano sabemos que las dos campanas nuevas pesaron 61 arrobas y 25 libras. El fundidor Marcout había obtenido de las campanas viejas 39 arrobas, con lo que el artífice puso de su cuenta 22 arrobas y 25 libras de metal. El valor del bronce por aquellas fechas estaba en dos reales y medio por libra, por lo que el precio total del metal de las dos campanas importó los 2.042,5 reales. A ello había que añadir el coste de la manufactura.
Burgui se había comprometido a pagar para el 15 de enero y el documento de Churruca está fechado el 17 de mayo de 1790. El 18 de junio el escribano Pedro Antonio Ros notificó la resolución del obispado a Pedro Uztárroz, vicario de Burgui, y a Pablo Bronte, alcalde y juez ordinario.
Así las cosas, en la villa de Burgui y dentro de la sacristía de la iglesia parroquial, el 19 de junio de 1790 se reunieron juntos y congregados los señores vicario, beneficiados, alcalde y regidores de la villa, siendo quienes componían el patronato de su iglesia. Era vicario Pedro Uztárroz; presbíteros beneficiados Román Ustés, Pedro Juan Aznárez, y Francisco Domínguez; alcalde Pablo Bronte y regidores Pedro Francisco Glaría y Ramón Glaría.
A la hora de la contratación verbal con el campanero Marcout los representantes de Burgui habían entendido que tenían dos años para el pago de las campanas pero ese era el periodo de garantía que daba el artífice para saber si salían o no buenas.
Por su parte el escribano Pedro Antonio Ros, residente en la villa de Roncal, tuvo que desplazarse a Burgui, con una distancia de cuatro leguas con ida y vuelta, sin otro motivo que efectuar cuatro notificaciones y la espera durante más de medio día a que se juntase el Patronato. Obtuvo por su servicio un pago de dos pesos fuertes.
- El de alcaldía representaba toscamente la cabeza del rey moro Abderramen y el municipal se componía de dos espadas o gumías en posición vertical.
El 30 de junio de 1876, durante el mandato de Antonio Cánovas del Castillo, fue promulgada en España una nueva Constitución en la que ayuntamientos y diputaciones quedaban bajo control gubernamental en una organización centralista. Así, alcaldías y municipios debían disponer de sus respectivos cuños para autentificar las firmas de alcaldes y secretarios.
En el caso de Burgui se conserva la comunicación del cumplimiento realizada por el alcalde, Juan Melchor Elizalde, y dirigida al gobernador civil de Navarra con fecha 15 de noviembre de 1876. En un folio aparte estampa el primer edil los respectivos sellos, tal como se reproducen.
El alcalde destaca que los sellos constitucionales se estaban utilizando con normalidad desde el 21 de octubre y que su empleo conllevaba una novedad porque el munícipe se encargó de subrayar que “sin que haya otros que anteriormente se hubieran empleado”.
Elizalde justifica el diseño de los nuevos cuños argumentando que “no existiendo documento alguno que exprese la historia del origen de dichos sellos” se ha recurrido a la tradición ya que “el de la alcaldía habría sido elaborado a imitación de la cabeza del rey moro Abderramen” y el del Ayuntamiento “a semejanza de las espadas o gumías que usaban en la época en la que la heroína roncalesa asesinó a aquel caudillo”.
Aunque el regidor burguiar no tenía demasiado clara la tradición de la batalla de Ollate y la decapitación del moro en el puente de Yesa cuando Abderramen fue “muerto, según tengo entendido, por una roncalesa que ignoro de cual de las siete villas procedía”, vecindad que suele establecerse en Urzainqui.
El alcalde remitió al gobernador las copias de los sellos impresos en papel porque “no habiendo grabador en esta villa ni en su circunferencia hasta esa ciudad (Pamplona) es imposible extraer ejemplar de ambos sellos”, manifestaba.
Conocido también con las grafías de Urdaspal, Urdaspar, o Burdaspar.
Lugar del municipio de Burgui, ubicado en la margen derecha del Ezka, muy cerca de la carretera que va de Burgui a Roncal, a unos tres kilómetros de Burgui.
Burdaspal es, o fue, una buena finca. Se extiende desde el barranco de Ajanda, al sur, hasta el de Ugañáin, al norte. Es una franja de aproximadamente un kilómetro de terreno llano, bueno para el cultivo teniendo en cuenta la calidad más bien precaria de las tierras de esta comarca. Al oeste confronta con el río Ezka, y al oeste con monte bajo y pinar.
“Los monjes fundadores –escribe Félix Sanz- tuvieron buen ojo para elegir el terreno de la primera abadía del valle… Hasta contaba con una hermosa fuente, la del “Caserío”, de la que los monjes podían abastecerse en el estío”.
En el centro de esta finca, a la altura de lo que hoy se denomina la “revuelta del Caserío” en la carretera hacia Roncal, a unos cien metros al este de una borda, hoy abandonada, se hallaba lo que primero fue el monasterio y después el palacio de Burdaspal.
Monasterio.- Acogió al monasterio benedictino de Urdaspal, que fue visitado a mediados del siglo IX por San Eulogio de Córdoba cuando era abad Dadilano, al que menciona en la carta que escribió a Guillesindo, obispo de Pamplona. Tuvo San Eulogio “ocasión de admirar el espíritu de humildad y obediencia que animaba a los monjes y también su cultura literaria”, según escribe Lacarra.
Todo hace indicar que el monasterio no debía de ser muy grande. Presumiblemente estaba formado por un pequeño grupo de monjes y por algunas familias de criados encargadas del ganado y de las labores agrícolas.
Poseían los monjes algún cubilar para el ganado, un molino, huerta y árboles frutales, incluso algo de viña que les servía para elaborar vino.
Conviene tener en cuenta que en aquella época la localidad de Burgui era tan sólo uno de los pequeños núcleos de población (Burgui, Segarra, Uli, Urgue, y Cortes) que hoy quedarían integrados dentro de su actual término municipal.
El monasterio se encargaba de cobrar los diezmos, primicias y oblaciones de las iglesias que había en estas cinco poblaciones.
El historiador local Félix Sanz, de Burgui, alude a que con posterioridad a la existencia de esos cinco pequeños núcleos de población, existió la iglesia de Santa María de la Cabeza, ubicada también dentro del actual término de Burgui. Y de esta iglesia nos cuenta este historiador que dicen las crónicas que en el año 1090 el abad de Urdaspal (Burdaspal), un tal Raimundo, “intentó crear, junto a este templo una nueva villa. Para ello el abad dio a un tal Gardelio y a su hijo, clérigo, dicha iglesia; pero parece que el abad trataba de imponer unas obligaciones económicas demasiado rigurosas para los posibles futuros colonos. A quienes fueron a poblar el lugar les otorgaba ‘todo lo que pudierais o pudieran labrar en esas tierras yermas o incultas, y que nos entregueis el diezmo de las mismas’. Pero a la vez exigía a los futuros súbditos otras servidumbres un tanto arbitrarias, como la de trabajar 15 días para el monasterio recibiendo durante la quincena solo pan y vino… Ante tales pretensiones parece que no hubo quien se presentara a solicitar la vecindad para esta futura nueva villa”.
El rey Sancho Ramírez hizo donación de este monasterio el 28 de enero de 1085 al de San Salvador de Leyre, por cuya cesión, después de extinguido y arruinado, se convirtió el lugar en señorío particular.
Es de suponer que desde su vinculación con Leire tuvo un templo dedicado a la advocación de San Salvador, que de alguna manera San Salvador representaba al Cristo triunfante y glorioso del Tabor y la Resurrección.
El monasterio tenía fuera del valle un par de decanías (fincas o iglesias rurales propiedad de un monasterio), que eran las iglesias de Santa María de Olaz, en el valle de Lónguida, y la de San Martín de Ologasti, en la Canal de Berdún, junto a Aso y Miramón.
Señorío.- Burdaspal fue también un señorío, con palacio de cabo de armería y de los de la nómina antigua, con llamamiento a Cortes.
Por lo general las relaciones del señorío de Burdaspal con Burgui no fueron muy buenas, pues la condición de señorío no encajaba con las ordenanzas del Valle de Roncal ni con la condición que gozan los roncaleses de hombres libres, no sujetos a señorío.
El linaje de los Burdaspal estuvo repartido fundamentalmente en las localidades de Burgui, Aoiz, y Peralta; vamos a centrarnos aquí en la rama que permaneció fiel a sus raíces, en el propio lugar de Burdaspal.
El primer dueño y señor de Burdaspal que conocemos es Juan de Burdaspal, señor de los palacios y lugar de Burdaspal, de sus términos, y de los bienes agregados de Liédena y de Burgui, quien se preocupó de vincular en mayorazgo sus bienes y apellido al otorgar carta de testamento con fecha 20 de mayo de 1543 ante Juan Pérez de Navascués, notario público y jurado del Reino de Navarra. Este documento nos permite conocer que se casó con doña Grazia, con la que tuvo los siguientes hijos: Juan (su sucesor), Salvador, Cristóbal, Catalina, Blasco (rector del señorío), Marco (fallecido sin tomar estado), y Lucía (fallecida siendo niña).
Ya en el año 1545 nos encontramos con Juan de Burdaspar, señor del palacio de Burdaspal, e hijo del anterior. En aquél momento encontramos al hijo pleiteando con Basilio Burdaspar, rector de la iglesia de Burdaspal y residente en Sangüesa, a causa de varias posesiones, entre ellas una casa en Burgui.
Era el año 1556 cuando Miguel de Andrés, colector del valle de Roncal, se mete en un pleito con Juan de Burdaspar, señor del palacio de Burdaspal, a causa del impago de 4 ducados y medio de cuarteles y alcabalas.
Al año siguiente, 1557, el valle de Roncal inicia un largo y complicado proceso contra el señor del palacio de Burdaspal exigiéndole el pago de cuarteles y alcabalas como cualquier vecino del valle. Este proceso se alargó nada menos que hasta el año 1643, con el resultado negativo para las pretensiones de los roncaleses, pues la Cámara y Consejos Reales de Navarra, atendiendo a que “la casa de Burdaspal a sido Casa y Palazio de Cauo de Armería de tiempo prescripto e inmemorial, de cuio principio no ha hauido ni ai memoria de ombres en contrario, y en toda la dicha Valle,, por todos los de aquella, ha sido realmente tenido por Palazio y Casa de libertad y no por ottra, no en perjuicio de la dicha Valle sino en honrra della”, tal y como quedó sentenciado en los procesos de 1565 y 1570.
En el año 1560 nos encontramos a Pedro Pérez de Urzainqui, natural y vecino de Urzainqui, envuelto en un nuevo pleito contra Juan de Burdaspar, señor de Burdaspal, “sobre pago de 34 ducados y 12 tarjas de alcance de cuentas y, por vía de reconvención, pago de 8 florines de una obligación”.
Juan de Burdaspar, y su hermano Blas, protagonizan en 1570 un nuevo pleito contra Sancho Ledea y otros vecinos de Burgui, a quienes reclama que le paguen una indemnización por los daños que los ganados de estos han causado en sus piezas.
A Juan le sucede su hermano Blas de Burdaspal, que ocupó el cargo de señor durante muy pocos años, tiempo suficiente para pactar con el Valle los derechos de peaje, correspondientes a sus jurisdicciones.
Tras su fallecimiento le sucede en el cargo Domingo de Burdaspal, Señor de Burdaspal y de Liédena que se casó con doña Águeda de Garat, en cuya casa solariega de Urzainqui nació posteriormente el famoso capitán don Raimundo Necochea de Iñiguez, que pasó a la posteridad por haber sido la persona que capturó en el Perú al rebelde emperador inca Tupac Amaro.
En 1577 el señor de Burdaspal era Fernando de Burdaspar, de quien sabemos que era hijo de Águeda de Olleta, y que compartió el título con su hermano Miguel de Burdaspal y Garat, que casó con María Fernández de Urniza (hija de Miguel y de Ana Fernández de Ardanaz).
Una multa por desacato al juez de insaculación le pusieron en 1608 al vecino de Aoiz Miguel de Burdaspar, que en ese momento ostentaba los títulos de señor de los palacios de Burdaspal y de Liédena.
Le sucede su hijo José de Burdaspal y Fernández de Urniza, que fue Diputado de las Cortes celebradas en 1642.
En el año 1630 nos encontramos con un pleito que enfrenta a Ana María Fernández, viuda de Domingo de Burdaspal, y que se autotitula señora de Burdaspal, con la villa de Burgui “sobre ejecución por 830 ducados de venta de 830 robos de trigo”.
En 1643 José de Burdaspar, señor del palacio de Burdaspal, pleitea contra Pedro de Vergara, vecino de Urzainqui, “sobre ejecución de un vedado por 28 ducados de réditos de un censo de 120 ducados de préstamo”. Tres años más tarde contrae matrimonio con Josefa de Acedo y Romeo, de Tiebas. Residen en Aoiz.
Es en el año 1651 cuando vemos a José de Burdaspar envuelto en un pleito contra el Fiscal del Reino a causa de la“información de cédula real relativa a solicitud de acostamiento de 50.000 maravedís”. En ese momento José de Burdaspar era señor del palacio de Burdaspal (término de Burgui), del palacio de Racas (término de Navascués), del palacio de Guesaleria (en Ochagavía), y de los palaciós de Ustés y de Liédena. Concretamente los palacios de Racas, de Ustés y de Guesaleria, así como las pechas de Cerréncano, con todas sus preeminencias, derecho de asiento en Cortes y acostamiento, las recibió José de Burdaspal tras morir su tío-abuelo, Juan de Racas, sin sucesión; patrimonio este que desde entonces queda incorporado al linaje de Burdaspal.
La cédula de José de Burdaspar, fechada en Madrid el 14 de septiembre de 1653, consignaba su calidad de hijo-dalgo, noble por todos sus abolorios, e informaba que en 1638 había servido, con una compañía de cien hombres, en la villa de Burguete “los cuales levantó en la villa de Aoiz, siendo Alcalde”, y también que había asistido al sitio de Fuenterrabía.
Pero José de Burdaspar no sólo pleiteaba contra los vecinos del valle o contra el Fiscal, ni tan siquiera su propia familia se libraba. En 1665 lleva a su propio hijo ante los tribunales, que se llamaba igual que él, y que además debiera de ser su sucesor; la razón no era otra que la de que su hijo quería tomar a cuenta 700 ducados de los bienes de su mayorazgo para pagar la dote de su hermana Josefa. Le negó a su hijo el derecho de sucesión, muriendo este hijo “sin tomar estado” después de asistir a las Cortes Generales de 1677.
Ese mismo año de 1665 los vemos pleiteando contra el abad de su iglesia, Francisco Girón, a la vez que exigía ser él quien eligiese al clérigo que ejerciese en su iglesia; y en 1666, y durante trece años, José de Burdaspar mete en un proceso a su propio hermano Joaquín a causa del permiso para tomar a censo 500 ducados en su mayorazgo.
En 1672, como una prolongación del pleito que hemos visto en 1643, volvemos a encontrar un pleito que enfrenta a Martín de Arles, presbítero beneficiado de la iglesia de Urzainqui, y cesionario del urzanquiar Pedro de Vergara, con José de Burdaspar, señor de los palacios de Burdaspal (Burgui) y de Racas (Navascués) “sobre ejecución de una heredad por réditos de un censo de 80 ducados de préstamo”.
Dos años más tarde, en 1674, José de Burdaspar, en calidad de señor de los palacios de Burdaspar y de Racas, casado con Josefa de Acedo, pleitea contra Juan Antonio de Acedo, de Tiebas, sobre el pago de 2.500 ducados de dote, ofrecidos en los contratos matrimoniales. Jose de Burdaspar y su mujer vivían entonces en Aoiz.
Cuatro años después, en 1678, vemos todavía a Josefa Acedo, en calidad de viuda de José de Burdaspar, acudir a los tribunales a causa de la demanda interpuesta por su hermano, Juan Antonio Acedo, vecino de Enériz en ese momento y señor del palacio de Iriberri (Leoz); en esta ocasión el pleito era por culpa de 900 ducados de la dote.
Del matrimonio formado por José de Burdaspal y Josefa de Acedo nacieron el ya mencionado José (desheredado) y Teresa.
Así pues, doña Teresa de Burdaspal y Acedo pasa a ser la nueva señora de Burdaspal, y titular de todas las propiedades y mayorazgos que le venían por herencia. Se tiene constancia de que en 1719 hubo un proceso de doña Teresa Burdaspal y Acedo, vecina de Pamplona, dueña del palacio y señorío de Burdaspal, contra el Fiscal y Patrimonial y los jurados, vecinos y concejo de Burgui, para que estos le devolviesen cinco robos y medio de trigo que le exigieron para el pago del cuartel correspondiente a dicho palacio y señorío, por ser libres y exentos de esa contribución desde muy antiguo.
Teresa se casó con Esteban de Echeverría, capitán de Marina, de la casa de Olano, por cuyo matrimonio agregó a los suyos el mayorazgo fundado por él mismo en Pamplona.
Una vez que Teresa de Burdaspal quedó viuda hizo la distribución de sus bienes tal y como había quedado dispuesto por testamento otorgado en 1726 en la ciudad de Pamplona; y esta distribución la hizo entre los siguientes hijos: María, Fermín, y María Bernarda.
Merced a ese testamento el nuevo titular de los palacios y mayorazgos pasa a ser Fermín de Echeverría y Burdaspal(desaparece Burdaspal como primer apellido). Fermín fue Capitán de Dragones con el Marqués de Caylus, asistiendo entre otras a las acciones de Almansa, Lérida y Villaviciosa. Posteriormente, en 1738, fue nombrado Alcalde de Pamplona, en cuya fecha visitó la capital la Reina doña María Ana de Neoburg.
Se casó con Dionisia de Azpilcueta, hija del muy ilustre señor D. Antonio, Consejero de Su Majestad, y de doña Felicia de Iriarte.
De Fermín y de Dionisia nació Antonio de Echeverría-Burdaspal y Azpilcueta.
En el año 1744 nos encontramos con que Antonio de Echeverría y Azpilcueta (obsérvese que ya no utiliza el apellido Burdaspal, al menos en esta ocasión) en calidad de descendiente de la casa de Echeverría en el lugar de Olano (Valle de Ulzama) solicita de las Cortes del Reino que se acredite su nobleza; Antonio de Echeverría era en aquél momento señor de Urdaspal y de los palacios de Racax Alto, Liédena y Ustés. Desde el año anterior venía pleiteando sobre su derecho de asiento en las Cortes Generales.
Antonio de Echeverría asistió a las Cortes de 1757 y 1780; litigó con el valle de Roncal la titulación de su solar (por muerte sin sucesión de doña María Isabel de Acedo), lo que creó una situación anómala e irregular en la que llegó a perder temporalmente la propiedad.
Dentro de la segunda mitad del siglo XVIII figuraba como casero y arrendador del caserío de Burdaspal don Juan Ibañez, quien había dejado este lugar, en alquiler, al mencionado don Antonio de Echeverría y Azpilcueta, vecino este último de Pamplona y de Tafalla.
Lo cierto es que Antonio de Echeverría, tan preocupado por acreditar su nobleza, se las tuvo que ver con la Junta del Valle de Roncal en un pleitó que duró desde 1761 hasta 1798 acausa de la pretendida denominación de “palacio” a la casa de Burdaspal.
En el año 1802 todavía se mantenía como señorío.
Sobre las ruinas del monasterio se levantó una iglesia dedicada a San Salvador, que hacía las veces de abadía rural. Se sabe que a mediados del siglo XIX estaba en ruinas y que del monasterio todavía quedaban algunos vestigios.
Durante buena parte del siglo XX los lugareños conocían a Burdaspal como El Caserío, quizás –según apunta Félix Sanz en su libro “Burgui, un pueblo con historia” (2001)- en recuerdo de las casas de criados y menestrales que debío haber alrededor de este señorío.
Escudo.- Las armas del palacio y apellido de Burdaspal son: escudo de oro, fajado de cuatro de azur que, con este color, o esmaltadas de sinople, se han usado indistintamente por las diferentes familias originarias de esta casa.
El día 28 de agosto de 1809 que fue quemada la villa de Burgui por los franceses. Sucedió en plena guerra dela Independencia. Nuestros padres y abuelos aún recordaban este aciago día, uno de los más tristes de la historia de nuestro pueblo, en una sencilla copla popular:
El día San Agustín
¡qué día tan desgraciado!
toda la villa de Burgui
los gabachos la quemaron.
Desde La Kukula ofrecemos a los actuales vecinos de Burgui un breve recordatorio histórico de ese día ‘tan desgraciado’: los antecedentes que lo determinaron, el incendio mismo, y las fatales consecuencias que acarreó para nuestros antecesores.
Antecedentes
Situémonos en 1808, año en que tiene lugar la ocupación de España por las tropas napoleónicas. Ese mismo año se sucede en toda España una cadena de sublevaciones populares contra el invasor. También en nuestro valle de Roncal, que es de la que aquí se trata.
Entre quienes defendían la capital aragonesa –recordar los ‘sitios de Zaragoza’- se encontraban Mariano Renovales, mariscal de Campo, y dos hijos de Pedro Vicente Gambra, el famoso empresario maderero roncalés. Los hijos de Gambra se llamaban Francisco y Sebastián, que, a la sazón, estudiaban allí. Una vez rendida Zaragoza, los dos estudiantes roncaleses y Renovales fueron hechos prisioneros, como tantos otros. Las autoridades galas decidieron llevar a Francia a los tres insurrectos, posiblemente para poder canjearlos después con prisioneros franceses. Pero, cuando eran conducidos, fueron liberados en Caparroso por pastores roncaleses, que estaban al tanto del traslado.
Libres ya, Renovales, los Gambra y otros cabecillas del valle Roncal, Salazar y Ansó formaron, con los voluntarios de estas tierras, un pequeño ejército, pobre en armamento, pero valiente y disciplinado. Las huestes de Renovales –él era su jefe indiscutible- dieron batalla en varias ocasiones a las tropas invasoras, y obtuvieron triunfos señalados.
Los franceses no podían permitir semejante afrenta. Así que, al cabo, decidieron meter en cintura, de una vez por todas, a los levantiscos roncaleses y ansotanos. Para ello prepararon un ejército numeroso y bien pertrechado, al que se unirían en su avance otros contingentes de Pamplona y Jaca. Al fin, el comandante en Jefe de la plaza de Zaragoza, Plicque, partió de esta ciudad hacia el Pirineo el 21 de agosto de 1809 con 5.000 hombres.
Renovales y sus tropas se enfrentaron a la columna de Plicque en San Juan de la Peña, pero fueron obligados a retroceder. De San Juan de la Peña, una columna francesa se dirigió a Ansó –este pueblo, como Burgui, también sufrió un terrible castigo- y otra al Roncal.
La columna con dirección al Roncal intentó atravesar la foz de Burgui-Salvatierra, pero, gracias a lo escarpado del terreno –los roncaleses lanzarían grandes piedras rodando hacia el camino real-, fueron rechazados por tres veces. Entonces el mando francés decidió tomar un rumbo más seguro, aunque tuvieran que dar un rodeo. Las tropas napoleónicas se dirigieron hacia la Virgen de la Peña y Sasi. Los sublevados no pudieron resistir el avance francés, por lo que las tropas de Plicque bajaron hasta Burgui, dispuestas a dar un terrible escarmiento.
Incendio
Y ¡vaya si lo dieron! Antes que nada, se permitió a los soldados el saqueo, algo muy común en las guerras de entonces. Aunque los burguiarres, enterados del avance de los franceses, habrían tratado de llevarse lo más valioso, tuvieron que dejar en el pueblo ropas, alimentos, grano (trigo, cebada), hasta objetos de la iglesia que no pudieron salvarse… Los soldados cogieron de las casas todo lo que tenía algún valor, y, acto seguido, prendieron fuego a todos los edificios. ¡Obra completa, misión cumplida!
El pueblo ardió por los cuatro costados: casas, molino, ayuntamiento, iglesias, todo. Aún verano, con casas con su interior de madera, con paja recogida hacía poco, todo contribuyó a que pronto se formara una hoguera de inmensas proporciones. Como escribe B. Estornés Lasa: Algunos ancianos y enfermos que no se pudieron salvar fueron entonces víctimas inocentes… todo el pueblo quedó en un momento reducido a cenizas, sin que un solo edificio fuese salvado del incendio devorador. En efecto, consta que, aparte de los destrozos materiales, murieron abrasados un sacerdote y varios vecinos muy enfermos.
A Burgui, que no se había significado, como otros pueblos roncaleses, en la rebelión le tocó pagarla con sus vidas y haciendas. ¿Y qué fue de las tropas de Renovales? Que recularon para intentar cortar el paso a los franceses en La Bochuela. Pero los galos, tras la amarga experiencia de la foz de Burgui, ya no cayeron en la trampa de pasar por el camino que bordea el Esca. Las tropas de Renovales tuvieron que enfrentarse a los franceses arriba, en las altiplanicies de Odieta o Mendibelza. Allí los roncaleses fueron vencidos y Renovales se vio obligado a capitular.
Alcance del siniestro.
El incendio fue devastador. Burgui perdió una parte muy importante de su población, casi la mitad, porque muchos, sin casa ni pertenencias, se vieron obligados a emigrar huyendo del hambre y la miseria. Con la salida de la gente se abandonaron muchos terrenos de cultivo por no haber brazos para trabajarlos, se malvendieron muchos ganados. Los burguiarres no tenían ahora ni siquiera molino, y el ayuntamiento se vio obligado a celebrar sus juntas a la intemperie, junto a la iglesia, por haber ardido la casa consistorial.
También fueron pasto de las llamas la iglesia parroquial y la ermita de la Virgen del Castillo. Solo pudieron salvarse, llevándolos a Ustés o Uscarrés, los libros de sacramentos, la custodia, la escultura de la Virgen del Castillo y alguna otra talla u objeto sagrado. Ardieron altares, órgano, ornamentos. Años más tarde, cuando la desamortización, se trasladaron a la parroquia de Burgui altares, órgano y sillería del monasterio de Leire, pero eso es otra historia.
Hubo que habilitar rápidamente la ermita de la Virgen del Castillo para celebrar allí el culto hasta que se arreglara la iglesia parroquial. Se tardó bastante tiempo en la restauración por carencia de fondos. ¡Hasta tuvieron que salir dos delegados a pedir limosna en especie por los pueblos de Navarra para la reconstrucción de la iglesia parroquial! Ni la diócesis, ni los pueblos del valle se mostraron generosos. En todas partes se cocían habas… En fin, Burgui tardó muchos años a recuperarse, y muchas cosas de valor artístico, relacionadas sobre todo con la iglesia, se perdieron para siempre. Día nefasto, pues, para Burgui el 28 de Agosto de 1809, día de San Agustín, fiestas en Vidángoz.
Un pueblo tan pequeño como Burgui tuvo su protagonismo, como sujeto paciente más que nada, en la conquista de Navarra. Así que creemos que bien se merece unas líneas. Trataremos de ceñirnos a lo acaecido en el pueblo, aunque nos referiremos también al marco general, para encuadrar los acontecimientos que afectaron al pueblo.
El 19 de julio el ejército castellano salió de Vitoria, y el 21 cruzó la frontera por la Barranca-Burunda. El duque de Alba apenas encontró resistencia, salvo un grupo de roncaleses en Oskía. El rey de Navarra, Juan III de Albret, y su esposa, Catalina, huyeron a Francia.
Conquistada la Navarra peninsular, las tropas del duque de Alba pasaron a la Baja Navarra, a la que sometieron sin encontrar apenas resistencia. El duque realizó obras de cierta envergadura en San Juan de Pie de Puerto para convertir esta villa en plaza fuerte, y en ella se estableció. Pero pronto la estancia comenzó a volverse harto difícil para el duque y sus tropas: estaban mal comunicados con el reino de España, con un ejército debilitado por las privaciones y las enfermedades, escaseaba la intendencia, el tiempo no acompañaba, la salud se resentía…
Si entre los castellanos de ultrapuertos la situación era tan apurada, todo lo contrario sucedía en el bando del legítimo rey de Navarra. Las tropas francesas de Luis XII,aliado por el tratado de Blois, le podían prestar ayuda. Además los ingleses –aliados de España por la Liga Santa- se habían retirado de Guipúzcoa. Era el momento de intentar la reconquista.
Bien pronto se ideó un plan de invasión y reconquista. De las tres alas, nos centramos sobre todo en el ala izquierda del ejército, dotada de 2.000 lansquenetes, 4.000 gascones, 1.000 hombres de armas y 7.000 aventureros. En total, unos 15.000 hombres. Al mando de este cuerpo iba Juan III de Albret (rey de Navarra) y el general francés La Palice. Debían ocupar rápidamente el valle de Roncal y cortar el paso al duque de Alba en Roncesvalles en su presumible retirada desde la Baja Navarra hacia Pamplona.
El 15 de octubre de 1512 salían las huestes de don Juan y La Palice de Sauveterre, en la Baja Navarra, hacia el valle Roncal. En el puerto de Ochagavía encontraron una banda de 500 beamonteses que les hizo perder un tiempo precioso. Mientras, en Lumbier las tropas del capitán castellano Valdés, sabedoras del plan de don Juan y La Palice, ocuparon el castillo de Burgui para detener a los que ellos llamaban los ‘franceses’. El 19 de octubre La Palice inició el asalto al castillo de Burgui defendido por la guarnición mandada por Valdés, quien contaba con un millar de hombres. Valdés se defendió valientemente y resistió dos días a un ejército quince veces más numeroso, hiriendo o matando a cuatrocientos hombres, y muriendo finalmente en el empeño.
- Correa, cronista de la campaña, del bando del rey católico, precisa la causa de la muerte de Valdés: “Y otro día tornólos a combatir (a los defensores del castillo), y dio el combate por tres partes (lados), donde Valdés, peleando por su honra, y para mostrar a sus infantes (soldados)lo que habían de hacer, fue traspasado por dos saetas y muerto”. Herido de dos saetas y muerto el jefe, el ejército de don Juan tomó el castillo, en tanto que los castellanos que aún quedaban con vida se rindieron.
Conquistado el castillo de Burgui, el ejército de don Juan emprendió la marcha hacia Pamplona, pero avanzaba con una lentitud exasperante. Tanto que el duque de Alba, logró salir de la Baja Navarra y se adelantó, de modo que estaba ya en Pamplona cuando las tropas de don Juan llegaron a sus murallas. Sólo diremos, como es sabido, que el intento de conquistar la capital del reino terminó en rotundo fracaso.
¿Cómo quedó Burgui tras el paso de las tropas de don Juan? Completamente asolado y arruinado. Hay que recordar que las tropas de la época estaban compuestas en gran parte por mercenarios procedentes de distintos puntos (alemanes, gascones, albaneses…). Tales tropas de suyo debían percibir un sueldo (la soldada), pero con frecuencia, los reyes y capitanes no les abonaban su sueldo, y, como compensación, hacían la vista gorda, o incluso, les animaban a los saqueos y pillajes.
Así no extrañará que Burgui quedara arrasado: cantidad de cadáveres de ambos bandos y de no pocos vecinos sin enterrar, las casas expoliadas de ropas, alimentos, dinero, y de todo lo que podía tener algún valor, el pueblo quemado parcialmente, muchas mujeres violadas, hombres maltratados o linchados…
Tan desolado quedó el pueblo, que el propio Fernando el Católico, a quien Burgui y el Roncal no le despertaban simpatía alguna por ser mayoritariamente partidarios del bando enemigo de los agramonteses, se interesó por la situación del pueblo. Desde Valladolid mandó diversas misivas. El 18 de Enero de 1513 comunica al Marqués de Pomares de Sigüés que se preocupe de que les sea restituida la ropa, ganados y hacienda a los vecinos de Burgui y Urzainqui, perdidos en la guerra. También ordena que sea reconstruida a expensas de las personas que en el Reino de Navarra fueron hostiles al Rey Católico. El 11 de Julio de 1513 ordena que a los de Burgui se les entreguen 800 ducados de oro en la persona de Pedro de Uztárroz, alcaide que fue de la fortaleza de Burgui. El 11 de septiembre de 1514 dice en una carta a los alcaldes y jurados del valle en la que les ordena que, no habiendo hecho gran cosa después de un año (largo, casi dos) para la reedificación del pueblo de Burgui, el importe de las hierbas del valle se destine para la reconstrucción del pueblo.
A propósito del castillo de Burgui, diremos que no fue mandado derribar por Cisneros, sino al contrario, mandado reparar y reponerlo de pertrechos. De hecho fue reparado y contó durante algunos años con alcalde y una pequeña dotación de soldados. Pero poco después de 1520 sería abandonado porque había perdido su valor estratégico para el rey de España, Carlos I. Sus piedras sillares se emplearían en la nueva iglesia que, a la sazón, se estaba levantando de nueva planta.
Pero, a pesar de este primer revés de 1512, el rey de Navarra seguía empeñado en reconquistar su reino. Cuatro años más tarde de nuevo parecían soplar los vientos a su favor. Entre los partidarios de don Juan en la Alta y Baja Navarra se respiraba un ambiente prebélico, que aumentó con la muerte de Fernando el Católico el 23 de enero de 1516. Los agramonteses creían que ahora la reconquista sería pronta y definitiva. Francia también prometía mucho a don Juan de Albret, aunque a la hora de la verdad todo se redujo a buenas palabras y ánimos. Al final el rey de Navarra solo pudo reunir un pequeño ejército, compuesto por bearneses y gascones, vascos y agramonteses exiliados.
De nuevo nos vamos a fijar solo en el ala del ejército que guarda relación con Burgui. Nos referimos a las tropas del mariscal de Navarra, don Pedro, cuya inmediata misión era entrar en el valle Roncal. Las huestes del mariscal se pusieron en marcha hacia el Roncal al inicio de la Semana Santa 17 ó 18 de marzo de 1516.
¿Qué ocurrió con este cuerpo del ejército? Preferimos que lo cuente el propio mariscal don Pedro, preso en Atienza en mayo de 1516: …dijo que en ciertos días del mes de Marzo de este año (1516) entraron en el reino de Navarra por el val del Roncal con cierta gente, con intención y fin, que, visto que era muerto el señor rey don Fernando (el Católico), con cuya persona expiró si alguna obligación se tuvo…., vino a tomar el dicho reino de Navarra o la parte que pudiese y restituirle al rey don Juan y a la reina doña Catalina, sus señores, a quienes les parece que pertenece el dicho reino, y porque expresamente se lo mandaron y encargaron. Y que cuando movió este confesante de Salvatierra de Bearne, que traía mil y doscientos hombres a su pensar (mando); y que cuando pasó el puerto de val de Roncal no venían con él más de seiscientos hombres, pocos más o menos, porque los otros se volvieron escondidamente sin su sabiduría (sin su conocimiento), los cuales eran vascos, bearneses y franceses y navarros…. dijo que, viniendo por el val de Roncal, le vinieron a obedecer y ofrecer obediencia a este confesante (el mariscal) en nombre del rey don Juan los del val de Roncal, y ofrecieron dar doscientos hombres y dieron ciento veinte; y val de Salazar vino allí a dar obediencia y ofrecieron trescientos hombres y después no le dieron ninguno; y los del val de Aézcoa vinieron a ofrecer gente, otros trescientos hombres, y cuando vieron que el coronel Villalba y los otros capitanes (castellanos) que con él estaban habían ganado la casa (la colegiata y fortaleza) de Roncesvalles (aquí adelanta acontecimientos), juntáronse todos con él (con el coronel Villalba) y vinieron en seguimiento (persecución) de este confesante y de los que con él venían…
Abandonado por sus propias tropas y traicionado por quienes se consideraban defensores acérrimos de don Juan. ¡Miseria humana…!
Y ya, más en concreto, en relación a Burgui, prosigue el mariscal: Y tanto por este inconveniente como por cobrar (recuperar) cierta gente (tropa) que había enviado a cercar el castillo de Burgui, hubo de volver al val de Roncal, donde fue atajado. Y vístose atajado de los puertos y que su gente le iba dejando, tuvo necesidad de tomar asiento con el coronel Villalba que su persona y de don Antonio y don Pedro fuesen prisioneros del señor príncipe y que la otra gente (resto del ejército) se fuese sin daño alguno.
De nuevo, pues, el castillo de Burgui sufrió cerco durante algunos días. No parece que fueran muchos los atacantes, y, por tanto, cabe suponer que no se produjeran grandes estragos. El mariscal volvió a Burgui a recoger estos soldados, con la intención de pasar el puerto (Pirineo) y llegar a la Baja Navarra. Pero las diezmadas tropas lo abandonaban y el coronel Villalba le pisaba los talones. Al fin se produjo el choque entre los dos ejércitos, y el mariscal se vio obligado a capitular. Esto sucedía el 23 de marzo de 1516. Hubo en este encuentro un centenar de muertos; 800 hombres fueron obligados a entregarse con sus capitanes, aunque luego fueron liberados… Solamente los jefes quedaron en manos del enemigo y fueron encerrados en el castillo de Atienza en el reino de Valencia.
¿Dónde se llevaría a cabo la rendición del mariscal y sus tropas? Algunos historiadores creen que en algún lugar de Isaba, posiblemente basados en que don Pedro confiesa vístose atajado de los puertos Sin embargo F. Idoate señala a Burgui y su castillo como el lugar de la rendición: Sobre este mismo terreno (Burgui ) fue batido y preso el Mariscal de Navarra en la intentona de este año (1516). Que cada cual se quede con la opinión que crea más convincente. Triste y desolador fracaso pues, el segundo intento de reconquista en 1516.
Estos son en definitiva los principales hechos acaecidos en Burgui y su castillo en 1512 y 1516 a propósito de la conquista de Navarra. Una buena parte del fracaso del primer intento se debe en gran medida a la apatía del general La Palice y la inexperiencia y falta de coraje de don Juan. En el segundo intento, en cambio, hay que resaltar la valentía y arrojo del mariscal, que, sin embargo, no encontró respuesta en quien pensaba que lo apoyarían con toda el alma. Y, en fin, como en todas las guerras, las gentes humildes, a pagar con sus vidas y haciendas el ansia de grandeza de los poderosos.
JURAMENTO DE FIDELIDAD DE LOS VECINOS DE BURGUI AL REY JOSE BONAPARTE, 20 DE MARZO DE 1809 (Transcripción literal del documento)
En la Villa de Burgui, y sala de su Ayuntamiento a veinte de marzo de mil ochocientos y nuebe: el Señor Pedro Thomas Glaria Alcalde dijo que la Lista precedente la ha arreglado con toda legalidad acordando que el acto del Juramento se celebre el día veinte y cuatro del corriente mes, y hora de las ocho de la mañana, para con los presentes, y con los ausentes arreglado a la capitula quarta de la orden del Excelentísimo Señor Virrey y para que conste firmo, y en fe de ello yo el escribano Pedro Thomas Glaria: ante mi Xavier Fermin Ros escribano
Testimonio que acredita el Juramento de fidelidad prestado a Nuestro Catholico Monarca el Sr. Dn. Josef Napoleon primero Rey de España, y de las Indias por los Vecinos de Burgui:
En la Villa de Burgui, y sala de su Ayuntamiento a Veinte, y quatro de Marzo de mil ochocientos, y nuebe. Haviendosen congregado los Sres. Pedro Thomas Glaria Alcalde, Isidoro Urzainqui, Miguel Angel Bronte, Francisco Ramon Urzainqui, y Josef Dominguez Regidores de esta Villa a consequencia de la Orden recevida del Excmo. Señor Duque de Mahón Virrey de este Reyno, fecha diez de febrero proximo pasado, dichos Señores Alcalde, y Regidores dieron principio al acto de Juramento con arreglo al capitulo de dicha Orden impresa de su Excelencia que a la letra dice Asi:
Juro fidelidad, y obediencia al Rey a la Constitución, y a las Leyes: Pedro Thomas Glaria = Isidoro Urzainqui. Miguel Angel Bronte: Francisco Ramon Urzainqui: Josef Dominguez: Carlos Ustes: Antonio Ayerra: Domingo Garate: Josef Erlanz: Angel de Nicolao: Pedro Francisco Glaria: Francisco Martin Garate: Josef Ramon Bronte: Pasqual Rodrigo: Josef Ramon Erlanz: Sebastian Ezquer: Phelipe Perez: Estevan Armendariz: Mathias de Ayerdi: Francisco Mariano Ustes: Manuel Garate: Juan Domingo Dominguez: Miguel Francisco Esparza: Josef Ramon Palacios: Mathias Arozarena: Roman Larequi: Josef Ramon Calvo: Sebastian Bertol: Vicente Mancho: Josef Sanz: Juan Josef Aroza: Geronimo Solanilla: Miguel Angel Lapetra: Josef Lapetra: Pedro Glaria: Josef Ramon Glaria: Mariano Urzainqui: Ramon Garate: Pedro Marcelo Armendariz: Justo Garate: Ramon Lopez: Pedro Antonio Mainz: Pedro Josef Urzainqui: Francisco Eseverri: Josef Gregorio Glaria: Francisco Solanilla: Lucas Elizalde: Paqual Aznarez: Pedro Francisco Dominguez: Francisco Perez: Miguel Francisco Sanz: Miguel Garate: Vicente Julian Recari: Bautista Sanz: Francisco Lorca: Marco Solanilla: Gerónimo Labari: Pablo Burdaspal: Agustin Lorca: Sebastian Urzainqui: Antonio Lacasia: Vicente Cavodevilla:
Por Josef Ramón Biesa, y los quatro siguientes por no saber escribir: Leon Bronte: Francisco Rodrigo: Domingo Artica y Miguel Cavodevilla firme yo el Escribano Xavier Fermin Ros
Certifico Yo el Escribano Real Infraescrito que la Acta, y diligencias que preceden son referentes al Juramento de fidelidad que han prestado los Vecinos de esta Villa de Burgui que actualmente se allan en ella como da a entender la lista que va por principio: Y por lo que toca de los ausentes queda pendente la diligencia del Juramento sin poderse concluir porque segun costumbre de este Pais son muchas las familias, o vecinos que en la estacion del Ymbierno se hallan ausentes en las Riveras de este Reyno, y el de Aragon empleados en el Pastorio sin saber de algunos de ellos en que Pueblos, ni con que Amos estan sirviendo, y mediante la misma Costumbrehiran regresando a sus casas para todo el mes de Abril proximo, y por consiguiente se verificará la diligencia, y concluida su remisión con la devida puntualidad a la Secretaría del Excelentísimo Señor Virrey y en fei de ello firme a veinte, y seis de marzo de mil ochocientos y nuebe. Xavier Fermín Ros Escribano